HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

 

«¿No estoy yo aquí que soy tu madre?», le dice María de Guadalupe a Juan Diego.

 

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, espero que esta celebración fortalezca nuestra fe y nos anime para vivir como hermanos, como Hijos de Dios. Seguramente todos en nuestra casa tenemos la imagen de la Virgen de Guadalupe, en bulto o en un cuadro, como todos los que ahorita están siguiendo esta transmisión a través de Facebook y de YouTube, y que sin duda hoy la Virgen de Guadalupe quiere bendecirlos.

Exactamente se cumplen 489 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, muy cerquita aquí de Tlalnepantla, exactamente 10 km. Y fue cuando la madre de Dios quiso venir a nosotros, y su embajador fue Juan Diego, Juan Dieguito, ahora Santo, él era el embajador ante el obispo Fray Juan de Zumárraga. Y el deseo de la Virgen de Guadalupe era que se le construyera un templo para que la gente fuera a visitarla. ¿Cuál va siendo la sorpresa? Que cuando llega Juan Diego ante el obispo, el primer obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, la Virgen le da una señal y él lleva unas rosas en su tilma, y cuando deja caer la tilma está estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe. Entonces el obispo cae de rodillas al ver los prodigios del Señor.

Era el año de 1531 y el pueblo de México estaba muy triste, no tenía ilusiones, habían pasado 10 años de la conquista en 1521, donde también estuvo ahí presente la espada, y estaban tristes porque a muchos les habían quitado sus tierras, les habían quitado sus ilusiones. Precisamente en ese contexto llega María de Guadalupe, “Non fecit taliter omni nationi”, “No ha hecho cosa semejante con ninguna nación”.

Es la misma Virgen María que escuchamos en el Evangelio, cómo fue la elegida de Dios para ser la Madre del Salvador, y ella aceptó: «Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Entonces el Evangelio nos platica como María va a visitar a su prima Isabel, que ya era grande de edad, pero lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Y María tuvo que ir caminando 150 kilómetros, desde Nazaret, donde vivía, hasta Judá, fueron varios días de peregrinación, varios días de caminar. Y cuando llega a la casa de Isabel, su prima, hay una gran alegría, porque las dos estaban embarazadas; Isabel esperaba a Juan el Bautista y María esperaba al Mesías, al Salvador del universo. Podemos imaginar nosotros la emoción, era un encuentro de dos mujeres, de dos madres, pero sobre todo era el encuentro de dos niños: uno que le iba a tocar el papel de preparar los caminos del Señor, Juan El Bautista, del que un día dijo Jesús: «No hay hombre mayor que haya nacido de una mujer que Juan el Bautista»; y María esperaba Jesús.


Estamos en el Adviento y estamos esperando a Jesús, y podemos nosotros pensar, cómo María dio a luz al Salvador del mundo, por obra y gracia del Espíritu Santo, y cómo con San José lo fueron educando, y ¿cuántas veces María estuvo con Jesús? Estuvo hasta la cruz, hasta que Él dio la vida por todos nosotros, y después de que resucitó Jesús y que subió los Cielos, María sigue animando a las primeras comunidades, Ella es la primera cristiana. Pues esta María fue la que se apareció en el año 1531, faltan 11 años para los 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.

Fíjense cómo tenemos su imagen, la que está en la Basílica, la que se apareció ahí, y la Virgen de Guadalupe es el mejor modelo de lo que se llama la inculturacion, es decir, tomó nuestra cultura. Lo que les voy a decir tal vez algunos lo saben, otros no lo saben, pero la imagen es todo una catequesis.

La imagen de la Virgen de Guadalupe se aparece a nuestro pueblo en un tiempo donde no había el alfabeto y nuestros antepasados entendían las cosas a través de códices, de pinturas, por eso en los primeros siglos los franciscanos evangelizaban con imágenes.

Primeramente, nosotros vemos cómo el rostro de María de Guadalupe no es indígena, ni tampoco es español, es mestizo, es un rostro mestizo, y en ese tiempo no estaban acostumbrados, porque eran indígenas o españoles, y Ella venía precisamente a que hubiera comunión, a que hubiera unidad. Y si nos fijamos en el rostro, es un rostro hermoso, donde nos muestra su amor, Ella está viendo a sus hijos, que tenían conflictos, y les dice: «Quiero que vivan unidos», es un rostro sereno. También nosotros podemos ver que tiene una cintilla negra, que no está en la cintura, sino más arriba, lo cual indica que es una mujer embarazada, está esperando al Salvador del universo.

A toda la imagen la rodea el sol, vemos nosotros que tenemos el sol. Y la virgen tiene una capa que tiene estrellas, y eso significa el cielo, el cielo tiene estrellas, pero también tiene una una túnica que significa la Tierra, la tierra llena de flores. En ese tiempo los indígenas pensaban que había conflicto entre el sol, la luna y las estrellas, y por eso hacían sacrificios, hacían sacrificios humanos para que el sol no se enojara, pero ese sol también indicaba que venía un Dios. Qué importante es que abajo hay un angelito, que con una mano está tocando el manto, quiere decir el Cielo, y con la otra mano está tocando la túnica, que quiere decir la Tierra, significa que viene Cristo a conciliar a la humanidad.

Es muy hermosa la imagen, porque todo todo tiene un significado, y, como les decía, es una catequesis que nos ayuda y que podemos nosotros irla reflexionando, pero María a quien nos trae a nosotros es a Jesús, al Salvador.
Yo creo que hoy en este día también podemos sentirnos como se sentían en 1531, mucha gente triste, en crisis, por la pandemia que estamos viviendo; muchos hemos perdido seres queridos, mucha gente se ha quedado sin trabajo, hay problemas de estrés, hay problemas sociales, intrafamiliares, y hoy viene la Virgen de Guadalupe a decirnos también: «Ánimo», viene a darnos esperanza. Pero también Ella quiere un compromiso de nosotros, como una madre, porque una madre es feliz cuando ve a sus hijos unidos y, del mismo modo, una madre sufre cuando ve que los hijos están peleados, que están en conflicto; eso es lo que quiere María: que vivamos nosotros más sólidos, que en este tiempo de crisis salgamos adelante, porque queremos ser solidarios, porque queremos darle la mano al que la necesita, porque queremos consolar al triste, porque queremos ayudar al que pasa hambre. Por eso hoy en esta fiesta, que se vive en un año atípico por la pandemia, se abre también un mundo de esperanzas, un mundo de querer vivir como Cristo quiere, construyendo su Reino.

Que todos en nuestra casa, que tenemos a la Virgen de Guadalupe, sepamos que Ella nos da su Hijo. «Vayan y hagan lo que Él les diga», dice María, la Madre de Dios y la Madre del Salvador. «¿No estoy yo aquí que soy tu madre?», eso nos debe dar seguridad, nos debe dar confianza, porque tenemos a nuestra Madre que nos bendice y acoge nuestra vida.

Hoy queremos pedirle finalmente a la Virgen que nos haga el milagro de que termine esta situación que estamos viviendo, Ella intercede ante Dios y Dios le hace caso a su Madre, recuerden el primer milagro que hizo Jesús, que convirtió el agua en vino, porque María fue y le dijo: «Oye, ya se terminó el vino», y Jesús hizo ahí ese milagro de convertir el agua en vino. Hoy le pedimos a la Virgen que nos bendiga, pero que le diga a Dios, a su Hijo, porque para Dios no hay nada imposible, que nuestro mundo mejore, que esta pandemia pase y que nosotros vivamos como hermanos. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla