HOMILÍA EN LA MISA DE NOCHEBUENA

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA MISA DE NOCHEBUENA

 

«Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, amigos, amigas:

En esta Misa de Navidad, en esta Misa de Nochebuena, les saludo con afecto, a ustedes que han venido para participar presencialmente en esta hermosa Catedral de Corpus Christi, aquí en Tlalnepantla; pero también quiero saludar a todas las personas que, a través de YouTube y Facebook, siguen en esta celebración eucarística, tanto en nuestra amada Arquidiócesis como en distintos lugares de la República Mexicana, y también fuera del país; y hoy de una manera muy especial saludo a todas las personas que están siguiendo esta transmisión a través de Mexiquense televisión, gracias a los técnicos que han venido para que sea transmitida esto Eucaristía.

Siempre, queridos hermanos, los signos nos ayudan a profundizar realidades bellas de nuestra fe, y nos hemos preparado durante cuatro semanas; nos ha ayudado la corona de adviento. Ha sido un tiempo de preparación, un tiempo de espera, y en esas cuatro semanas tuvimos guías que nos fueron ayudando para ver que el tiempo de Adviento nos habla de un pasado, de que Cristo vino a la Tierra; de un futuro, que Cristo vendrá por segunda vez; y de un presente, que Cristo viene todos los días. Y los guías que nos ayudaron fueron los profetas, en especial Isaías. Escuchamos hoy esas hermosas palabras que decían: «Una luz apareció en las tinieblas», nos fue preparando Isaías durante estos cuatro domingos, cuatro semanas de Adviento; y también otro guía muy importante fue Juan el Bautista; y un tercer y cuarto guías son el señor San José, tímido, discreto, pero que es el custodio de Jesús y de María, y la Virgen María, que nos ha ayudado mucho en estos días para prepararnos y llegar a este día de Navidad. Acabamos de vivir las fiestas guadalupanas, que también nos ayudaron mucho a fortalecer nuestra fe, pero esa corona de Adviento nos lleva a otro signo que tenemos, que es el Nacimiento.

Yo Quiero invitarlos hoy, queridos hermanos y hermanas, a que estemos en una actitud de contemplación. En el Evangelio de San Lucas se ha narrado lo que sucedió hace 21 siglos, cómo José y María tuvieron que caminar muchas horas, desde Nazaret hasta Belén, fueron varios días, imaginémonos el frío, las inclemencias del tiempo y el cansancio, y María estaba embarazada, tenía que ir a al censo que se había ordenado. Llegaron a Belén y le llegó la hora a María. Qué paradójico que el mismo Dios no encontró lugar, no había posada; no eran personas que tenían influencia, que tenían poder, y el Niño Jesús, el Salvador del universo, nace en una cueva, en un portal en Belén. «Él, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza», por eso esa escena del Nacimiento que estamos invitados a contemplar, este misterio de la Encarnación, cómo los primeros que fueron avisados por los Ángeles fueron aquellos pastorcitos, gente muy humilde, y cómo se les invita que vayan a ver al recién nacido, a quien María envolvió en pañales.

«Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su Hijo», y no hay palabras que puedan expresar esta realidad, cómo Dios se hace como nosotros, se Encarna, se hace pequeño como nosotros. Por eso, hoy la Navidad, la llegada de Jesús, es un parteaguas en la historia, porque llega el Niño Jesús, el Mesías, el esperado, para empezar un camino, porque nos quiere salvar y que colaboremos en el Reino de su Padre,

Hoy es una Navidad muy distinta a los años pasados, y tal vez podamos comprender más lo que sucedió en Belén, porque en las navidades pasadas a veces nos aturdía el ruido, el consumismo, las luces, los regalos, la cena, y nos olvidamos de lo más importante, que es el Nacimiento de Jesús. Hoy en sus familias están ustedes con esa oportunidad de un mayor silencio, de oración, para darle gracias a Dios que envía su Hijo. Por eso yo creo que hoy es una Navidad diferente, hermosa, bella, y nosotros podemos comprender y estar en esa actitud de oración.

Jesús nos quiere traer a nosotros alegría y esperanza, dos palabras muy importantes. La pandemia que estamos viviendo, esta enfermedad tremenda en todo el mundo, nos quiere quitar a veces, nos quiere robar la alegría y la esperanza, pero el Nacimiento del Niño Jesús debe llenar nuestro corazón de alegría, porque el mismo Dios viene a nosotros. Ese Jesús también nos da la esperanza de qué debemos seguir adelante, porque una luz apareció en las tinieblas, y la alegría y la esperanza nos deben de llevar a nosotros, en este tiempo de Covid, de este virus, a ser solidarios, a ser hermanos, a apoyarnos más en nuestra vida. Jesús viene a decirnos algo muy importante, que somos hermanos y que tenemos un Padre que es amor, un padre que es Dios.

Que en esta Misa de Navidad renazca en nuestro corazón ese deseo de caminar con el Niño Jesús, de no perder la alegría, de no perder la esperanza, pero también estar más comprometidos con nuestros hermanos. Cuánto dolor habido en este tiempo, cuánto sufrimiento, ha sido muy grande, pues que nosotros nunca seamos indiferentes, sino que realmente nos acerquemos a nuestros hermanos.

Hay un poeta, Ángelus Celsius, que dice unas palabras que me llaman mucho la atención: “Aunque Cristo, el Niño Jesús, naciera 1000 veces en Belén, si no nace en nuestro corazón de nada sirve”. Así es que, yo deseo que el Niño Jesús nazca en nuestro corazón y nos haga más humanos, más cristianos y más solidarios con los demás. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla