HOMILÍA EN LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

. «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros»

 

Este día 25 de diciembre, de este año 2020 que el Señor nos concede, nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía de esta hermosa solemnidad: El Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, el Nacimiento del Hijo de Dios, de la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros, como nos lo dice el Evangelio de San Juan en esta liturgia de la Palabra que hemos escuchado.

La Palabra, el Verbo, con la que inicia el prólogo de San Juan se refiere a la Palabra que crea, aquella Palabra que, desde los orígenes, desde los principios de la Creación y de la humanidad, ya comunicaba el ser a la naturaleza, a los seres vivientes, pero de una manera extraordinaria al ser humano, al hombre, creado por la Palabra a imagen y semejanza de Dios. Esta Palabra, este Verbo, le da existencia a todo lo que existe; esta Palabra creadora, este Verbo de Dios, viene a darle al ser humano una identidad como creatura, pero también le viene a dar una identidad como hijo de Dios. Es precisamente el misterio de la Encarnación lo que nos hace descubrir, es el que nos ayuda a contemplar y a penetrar la fuerza de la Palabra que salva, la fuerza de la Palabra que comunica la vida eterna.

«La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros», es Jesús la Palabra, es Jesús el Verbo, que viene para comunicarnos lo que hay en el corazón de Dios, lo que hay en el corazón de nuestro Padre. ¿Qué hay en el corazón de nuestro Padre Dios? ¿Qué es lo que nos comunica el Verbo que se hace carne? Dice el mismo Jesús: «Lo que yo les comunicó es lo que mi Padre me ha dicho», y ¿qué hay en el corazón del Padre, que nos haya comunicado Jesús? Su amor, su amor misericordioso, su amor ilimitado, porque el amor de Dios no tiene límite, porque el amor de Dios es incondicional, y ese amor es el que nos ha comunicado el Verbo que se hizo carne. Esa fue la gran noticia, esa fue la gran comunicación del Verbo, decirnos que somos hijos e hijas amados del Padre, pero también nos vino a decir que somos hermanos y que, como hermanos, debemos comunicarnos unos a otros palabras de vida, palabras de esperanza, palabras de consuelo; que debemos comunicarnos unos a otros actitudes de misericordia y de perdón. Así como Jesús nos ha comunicado lo que hay en el corazón del Padre, así también nosotros, con la fuerza del Verbo, con la fuerza de la Palabra que se hace carne, debemos de comunicarnos la afiliación y debemos de comunicarnos la Buena Noticia del amor entre nosotros como hermanos.

Mis amadas hermanas, mis amados hermanos, qué extraordinario misterio el que Dios nos ha revelado, qué extraordinario misterio el que Dios nos ha comunicado a través del Verbo que se Encarna. La Palabra que hoy hemos escuchado, la Palabra que hoy se nos ha anunciado, es una Palabra de alegría y de esperanza, es una palabra que nos comunica consuelo y fortaleza en los momentos de tristeza y de dolor. En estos meses en los que hemos vivido tantas situaciones de dolor, de tristeza, de preocupación, el Verbo de Dios, Jesucristo, nos comunica también palabras de consuelo y de esperanza; tantas familias que han sufrido y están sufriendo la pérdida de seres queridos; tantas familias que están esperando en la calle, afuera de los hospitales, alguna noticia de consuelo al saber que sus seres queridos se van recuperando, aunque lentamente; cuántas personas han esperado una palabra de consuelo y de esperanza ante estas situaciones. Por eso hoy el verbo, la Palabra de Dios, Jesucristo, nos comunica la esperanza y nos comunica la fuerza de Dios, para que, ante estas situaciones, no sucumbamos, que no caigamos en el desánimo, que no caigamos en la depresión, que no caigamos en la angustia o incluso en la negación de Dios.

Esta Palabra hecha carne hoy nos quiere decir que Dios nos ama, a pesar de estas circunstancias, a pesar de tanto dolor. Que esta Palabra nos consuele, como dice el Profeta Isaías; que esta Palabra nos llene de una profunda alegría, que brote, no de situaciones simplemente humanas, no de situaciones simplemente para paleatorias, o de un consuelo provisional y pasajero, sino que esta Palabra que se hizo carne nos fortalezca desde lo más profundo de nuestro corazón para que también nosotros, con nuestra palabra, con nuestro testimonio, vayamos a comunicar consuelo y esperanza a nuestros hermanos, sobre todo a quiénes son, a quiénes han sido y a quiénes serán víctimas de esta pandemia; que no nos afecte, que no nos derrumbe esta situación, sino todo lo contrario, que el Señor nos llene de fortaleza y que esta fortaleza la comuniquemos con alegría y con gran confianza a nuestros hermanos. Que así sea.

 

+ Efraín Mendoza Cruz

Obispo Auxiliar de Tlalnepantla