HOMILÍA EN LA VISITA PASTORAL EN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, COL. CUAUHTÉMOC TLALNEPANTLA

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA VISITA PASTORAL EN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, COL. CUAUHTÉMOC TLALNEPANTLA

 

“El verdadero pueblo de Israel somos nosotros, los que servimos a Dios movidos por su Espíritu”

Así nos dice el apóstol San Pablo en la primera lectura que acabamos de escuchar. La característica del pueblo de Dios, la característica, por tanto, de la Iglesia es: servir a Dios, movidos por el Espíritu Santo. ¿Cómo podemos obtener esta dinámica de ser conducidos por el Espíritu de Dios? ¿Cómo podemos hacer esto realidad en nuestra experiencia de Iglesia?  El Papa Francisco en su más reciente exhortación apostólica, Evangelii Gaudium, nos dice que este ejercicio es el Discernimiento Pastoral y que este discernimiento pastoral, es el que tenemos que realizar para ser conducidos por el Espíritu de Dios. Ahora bien, en qué consiste el discernimiento pastoral.  Para poder entender el discernimiento pastoral, es necesario recurrir a la experiencia del discernimiento personal. Cuando cada uno de nosotros nos preguntamos qué quiere Dios de mí, cuando una persona le sucede una tragedia dice: ¿por qué Dios mío, por qué me mandaste esto? La pregunta correcta es ¿para qué Dios mío, para qué me mandaste esto? ¿Qué quieres de mí? A veces lamentablemente, el discernimiento personal, lo dejamos para esas ocasiones tan graves, tan difíciles, tan complejas, por ello los invito a que hagamos más nuestro, más cotidiano, más recurrente, más constante la experiencia del discernimiento personal ¿Qué quiere Dios de mi vida? ¿A qué me ha llamado? ¿Para qué me mantiene y me ha dado esta vida? Son las preguntas que nos ayudan al discernimiento personal. 

Pues bien, el discernimiento pastoral, es preguntarnos qué quiere Dios de nosotros, como comunidad, como comunidad parroquial, como Iglesia diocesana. ¿Qué quiere Dios de nosotros? ¿Qué es lo que nos está pidiendo? Y  tenemos entonces, como la han hecho aquí hace un momento, ver la realidad, el Modelo de Situación, que nos ayuda a ver nuestra realidad parroquial; acostumbrarnos a descubrir en los acontecimientos qué es lo que Dios nos está diciendo a través de ellos. 

Los acontecimientos pueden ser dolorosos o gozosos. Cumplir años, por ejemplo, lo festejamos, nos cantan las mañanitas y tratamos de hacer fiesta partiendo un pastel junto con los demás. Es un acontecimiento gozoso; pero necesita también del discernimiento, ¿Qué quiere Dios que me ha dejado un año más de vida y me la sigue conservando? Son preguntas que entonces debemos de estar haciéndonos una y otra vez a lo largo de nuestra vida. Como comunidad parroquial, las tenemos que hacer como comunidad eclesial. Un discernimiento pastoral mira los acontecimientos no solamente personales, sino aquellos que afectan a la comunidad, lo que hace un momento les comentaba. Si estamos viviendo que la conducta social se está resquebrajando, ¿qué nos está diciendo Dios a través de eso?  Si estamos viviendo que cada vez somos menos solidarios con nuestros vecinos, nos interesa muy poco lo que pasa en nuestra manzana, en nuestro barrio, ¿qué nos está queriendo decir Dios con eso? Esa es la pregunta para ejercer esta dinámica del discernimiento pastoral, y entonces encontraremos lo que Dios quiere de nosotros y haciendo eso que Dios quiere de nosotros, nos acompaña el Espíritu Santo. Tendremos la fortaleza y la sabiduría necesaria para realizar aquello que descubrimos que quiere Dios de nosotros. 

 

Hoy hemos escuchado estas hermosas parábolas, en las que Jesús nos dice que debemos de buscar a los distantes y alejados; que, no es bueno que los católicos hayan sido bautizados y luego se alejen de la vida de la Iglesia donde ya no alimentan su fe. ¿Qué nos está queriendo decir Dios con eso? Jesús nos dice: hay que ir por ellos. Es una gran alegría poder traer de nuevo a la casa al hijo perdido. Cuando unos padres de familia ven a un hijo que se empieza a drogar, que empieza a ser adicto, o que empieza a ser alcohólico, lo atienden y van por él, es decir, le hacen ver la realidad, le hacen ver para qué es la vida y consiguen que deje esa adicción o que deje esos malos amigos que le están influyendo negativamente. Hay un gozo y una alegría enorme en esos padres de familia que logran hacerlo. Eso es lo que nos dice el Evangelio de hoy. Eso es ir por la oveja perdida, no son ovejas extrañas a nosotros, son nuestros hermanos, son miembros de la familia de Dios. Y eso es lo que vamos a intentar realizar como Iglesia  en la diócesis: que las doscientas tres parroquias que integran nuestra arquidiócesis, nos pongamos en estado permanente de misión. Pidámosle a Dios que lo logremos, él lo quiere y si nosotros también lo queremos, tendremos a Dios de nuestra parte y con Dios, no hay nada imposible. Si piensan y dicen: no, pues, está muy difícil traer a tanto católico alejado. Se está muriendo en vida porque le hace falta la fe, pensemos que Dios ama a esos hermanos nuestros. Dios los quiere con nosotros. Pidámosle pues a Dios en esta Eucaristía que podamos arrancar con entusiasmo y llenos de esperanza, ahora la preparación de la misión y posteriormente la misma misión en nuestra Iglesia.

Que así sea.