JUEVES I DE ADVIENTO. CELEBRACIÓN CON EL CLAT

December 31, 1969


JUEVES I DE ADVIENTO. CELEBRACIÓN CON EL CLAT

 

“El Señor es nuestra fortaleza para siempre; porque él doblegó a los que habitaban en la altura”.

El profeta Isaías eleva este canto para manifestar la confianza en que es Dios quien los ha protegido, quien ha caminado con ellos. Es un momento de alegría y de júbilo y han experimentado la presencia de Dios en medio de ellos. Esta es la ciudad que dice el profeta en su canto: “tiene murallas y baluartes para defenderse del enemigo”. Una ciudad segura, una ciudad donde todos,  los que la habitan, aman la paz. Esta experiencia del profeta Isaías, se ve reflejada como un testimonio, como un modelo de lo que encontramos expresado como enseñanza de parte de Jesús en el evangelio que acabamos de escuchar. Es la experiencia que nos dice Jesús del hombre prudente que construye sobre roca, la roca es él, el Señor. ¿Cómo encontrar a esta roca? Dice Jesús: “El que  escucha mi palabra y el que la pone en práctica”. Necesitamos pues, como el mismo Jesús pedía en algunas ocasiones al final de sus enseñanzas, “oídos para oír”, capacidad de escuchar al otro, de escucharnos los unos a los otros; pero tiene que ir acompañada, esta escucha, con la puesta en práctica de lo que escuchamos de labios de Jesús. ¿Cómo se puede hacer esta puesta en práctica? ¿Cómo se puede construir sobre la roca? Dice el mismo texto del evangelio en boca de Jesús: “el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, edifica su casa sobre roca”.  ¿Qué necesitamos para poner en práctica algo que escuchamos y decimos: esto es valioso? Creer en eso que escuchamos; tener esa convicción interna de que viviendo lo que acabamos de escuchar,   es nuestra conveniencia, nuestro beneficio, nuestra salvación. Esa convicción, nos recomienda Santa Teresa de Jesús,  se obtiene cuando oramos a Dios y creemos en lo que oramos, y por tanto tomamos conciencia de las palabras que decimos. Eso que estamos diciendo, lo creemos. Por experiencia propia sabemos con facilidad, sobre todo ya entrados en años, cuando una persona nos está hablando con la verdad, se le mira en los ojos, lo expresa en el rostro, lo da a conocer por la convicción como dice las cosas, creemos en esa verdad. Jesucristo nos hablo con plena verdad, nos expresó lo que había escuchado de su Padre, nos abrió el camino mostrándonos con su propio testimonio, puso en práctica lo que predicó. ¿Pensemos cada uno de nosotros si así escuchamos la palabra de Dios?

Todos ustedes, por ser miembros de alguno de nuestros movimientos apostólicos de nuestras asociaciones en la arquidiócesis, pertenecientes al CLAT, ya han escuchado más de una vez estos textos de la escritura; y a veces nuestros oídos están cerrados porque ya sabemos lo que dijo Jesús, ¡sabemos lo que dijo Jesús!, es decir, conocemos el texto, sus palabra. El punto está en creer lo que nos dice Jesús y hacerlo nuestra vida, darle crédito a aquello que escuchamos sabiendo que no es cuestión simplemente de un adorno en nuestro caminar, sino que es cuestión de vida o de muerte. Eso es construir nuestra casa sobre roca o sobre arena. Poner en práctica lo que Jesús nos enseña, unir lo que decimos con lo que hacemos; que nuestra boca y nuestro corazón estén profundamente unidos. Este es el punto neurálgico del seguimiento de Cristo, por eso es que lo dice tan claro Jesús hoy: “no todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Y lo hermoso es que en cuanto empieza uno a creer en lo que dice Jesús, empezamos a constatar la felicidad interior. Cuando le hacemos caso y bajamos de la Palabra al corazón las enseñanzas de Jesucristo, nuestro espíritu experimenta la paz, esa paz que, como nos dijo Jesús mismo: no la sabe dar el mundo, esa es la paz que yo les doy. Esa es la manera en que debemos de conducirnos como buenos discípulos de Jesucristo, esto es lo que hará transformar, no sólo nuestra realidad personal y nuestra realidad comunitaria, nuestra vida interna como asociación en el movimiento apostólico, nuestro CLAT querido, sino también nuestra realidad social; ya ven ustedes que agitada está, busca la paz, pero no busca la fuente de la paz. Por eso a la violencia, se le añade y se le genera más violencia, como lo decía ya el Papa Pablo VI, se genera una espiral de violencia que nunca alcanza la paz.

Construyamos nuestra Iglesia diocesana sobre roca, hagamos caso a la palabra de Jesús, y ya desde esta vida, aunque como dice también Jesús, bajen las crecientes, se desaten los vientos y den contra nuestra casa, la casa quedará sólida, firme, porque está construida sobre roca. Eso es lo que celebramos esta tarde aquí: habernos congregado en torno al CLAT, aceptando este organismo diocesano para la comunión de todos los movimientos apostólicos, que es construir sobre roca, es no estar cada uno por su lado, es ser Iglesia, es estar en Cristo. Por eso les agradezco todo lo que han estado haciendo para fortalecer la comunión y la unidad entre los movimientos. Que el Señor nos ayude a seguir creciendo para poder dar testimonio del amor que Dios nos tiene y que quiere expresar a través de nosotros. Que así sea.

 

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla