“En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista”.
Así comienza el Evangelio de Marcos, recordando el camino por el cual Dios fue preparándose un pueblo, disponiéndolo para la llegada del Mesías y para la sorpresa que le tenía preparada: que era su propio Hijo, así dice Marcos de Jesucristo Hijo de Dios. Lo primero que debemos caer en la cuenta, es que este segundo domingo de Adviento, las tres lecturas nos presentan, cómo Dios prepara, dispone, orienta, para poder hacerse presente en medio de nosotros. No llega como un aerolito caído de repente del cielo, no sucede de repente, no pasa, entonces, la venida de Dios como algo coyuntural, sino como resultado de un proceso. Así lo encontramos ya en la primera lectura que retoma el mismo Evangelio cuando dice: “Envío a mi mensajero para que prepare el camino, para que enderece lo torcido”. También lo encontramos así, en la segunda lectura del apóstol San Pedro, cuando dice: “No es que el Señor se tarde, como algunos suponen, en cumplir su promesa, sino que les tiene a ustedes mucha paciencia, porque quiere que todos se salven”. Esto es lo que nos trata de presentar hoy en este domingo, en este tiempo de esperanza, el tiempo del Adviento.
Y por eso es bueno a la luz de la palabra de Dios, traer la enseñanza del Papa Francisco que recientemente en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, nos dice de los números doscientos veintidós al doscientos veinticinco: “El tiempo es superior al espacio”. Y nos lo da, el Papa, como uno de los cuatro principios que orientan el camino para obtener la justicia y la paz social, precisamente de lo que estamos necesitados en México.
El tiempo es superior al espacio, ahí el Papa, nos enseña que el espacio es la limitación, y el tiempo es la plenitud. El espacio es el momento actual, el tiempo es la perspectiva, es levantar la vista. Y aquí, nos dice el Santo Padre, es por lo que necesitamos de procesos, generar procesos, las soluciones nunca son como las vemos en los cuentos de los niños –del hada madrina que con su varita mágica resuelve en un momento los problemas––. Dios ha preparado a su pueblo para la llegada de su Hijo, y Dios nos sigue preparando para la segunda venida del Redentor. Necesitamos este criterio, porque si nos movemos en el espacio, pensando en el futuro, encontraremos las respuestas de todas nuestras ilusiones, proyectos de todo lo que soñamos que se realice; nunca lo podremos conseguir en el mismo momento, en el presente, sino tiene que resultar lentamente, poco a poco. El tiempo, dice el Papa, es superior al espacio porque si nos quedamos solamente en el presente, nos provoca ansiedad, porque nunca lograremos lo que queremos y sólo nos desesperará; si atendemos a que el presente va a continuar, no se va a detener, como de hecho es nuestra experiencia humana, nunca se detiene el tiempo, siempre camina, va hacia adelante, entonces nos debemos permitir todos, pensar en el mañana, nos debemos dar la oportunidad siempre de salir de nuestros problemas presentes.
Este principio es lo que nos hace entender mejor esta hermosísima frase que nos pone el apóstol San Pedro en la segunda lectura: “No olviden que para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día”. Porque precisamente Dios conoce el presente, pero tiene en cuenta el pasado y el futuro, tiene el conjunto, por ello vive en la eternidad. “Mil años como un día, un día como mil años”. Nos está expresando: un día es el hoy, mil años, es nuestro futuro.
Por eso hoy en la Iglesia, en esta Iglesia particular de Tlalnepantla, les estoy pidiendo a todos los sacerdotes, párrocos, que generemos un proceso, nuestra Iglesia necesita una renovación pastoral para que llegue el Señor con toda plenitud; pero no lo podemos hacer de un momento al otro, tenemos que generar procesos, generando procesos nos preparamos para llegar a la plenitud.
Hoy día nuestra comunidad cristiana participa escasamente entre el cinco y el diez, y en algunas pocas parroquias el quince o el veinte, por ciento de católicos en la Misa dominical. ¿Qué pasa con todo el resto de católicos que se manifiestan como tales, pero no viven la fe? Queremos generar un proceso que nos lleve a atraer a estos católicos que no les dice nada venir a Misa o no, los domingos; que nos le dice nada en su vida, conocer a Cristo; que no le dice nada en su vida, recibir los Sacramentos; que no le dice nada en su vida, leer el Evangelio, conocer la enseñanza de Jesús y lo que nos aguarda si lo seguimos fielmente como buenos discípulos. Pienso que la mayor parte de estos católicos, es por ignorancia, es por indiferencia o es porque habiendo buscado al Señor en una primera ocasión, no lo encontraron. Debemos pues generar esos procesos y el Papa nos dice claramente: “necesitamos renovar a la Iglesia, para que no solamente sea un centro donde vengan los católicos, sino un centro donde vayan de la Iglesia a todos los ámbitos de la vida social, a todos los ambientes de vida. La Iglesia no solamente tiene que ser un lugar de convocación, sino también un lugar de envío. Y por eso agradezco a todos los que se están preparando aquí en la Catedral, en este espacio de formación, y están tomando conciencia para que realicemos ese hermoso modo de ser Iglesia, Iglesia misionera.
Hermanos, hoy la palabra nos dice: “Dios cumple su promesa”. Dios cumplirá su promesa de vivir en medio de nosotros, si nosotros generamos los procesos necesarios para dar a conocer a Cristo, si nosotros mostramos a una Iglesia que es casa y escuela de la comunión, si nosotros realizamos este proyecto de mostrar lo que es Dios, viviendo entre nosotros la experiencia del amor que nos hace salir de nosotros mismos para ir a quien no conoce a Dios. Eso es este Adviento, eso es este presente, pero queremos el futuro, queremos la Navidad; no queremos simplemente quedarnos en el Adviento, pero queremos verlo hacia la plenitud, por eso es tiempo de esperanza. Que el Adviento no sea un momento de ansiedad, de querer hacerlo ya, –a traer a todos los demás–– sino que sea un momento de esperanza, de saber que vamos en camino, que estamos en una dinámica de movimiento, de que Dios nos está proporcionando su presencia del Espíritu para cumplir su promesa.
Pidámoselo así al Señor en esta Eucaristía.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla