FIESTA PATRONAL DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

December 31, 1969


FIESTA PATRONAL DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

 

“Oí los pasos en el jardín y tuve miedo… y me escondí”.

Así responde Adán a la búsqueda que Dios hacia de él: “tuve miedo y me escondí”. Y así respondemos habitualmente nosotros, cada vez que Dios nos busca. Es natural, la misma virgen María, vemos que también tiene temor; pero es de distintas manera, la manera de cómo responde Adán, a cómo respondió María. Adán, se refugió en el escondite; María, resolvió su temor buscando qué es lo que quería el Señor de ella; Adán no quiso que Dios lo viera desnudo, ­–simbólicamente  es nuestro gran temor, nos da miedo todo lo que descubrimos que hay en nuestro interior de pensamientos, de deseos, de celos, de envidia, y lo queremos seguir guardando escondido, ni a Dios se lo queremos mostrar porque nos da miedo, y más bien, evadimos, nos fugamos, nos desentendemos, no nos gusta la desnudez, nos cubrimos––. Esa es la respuesta de Adán, por eso Dios le ha dicho: “¿Quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” La prohibición, esa tentación de lanzarnos sobre lo que sabemos que está prohibido, que nos hace daño. Esta es la tendencia natural del ser humano y por eso tenemos miedo a Dios; y sin embargo Dios nos busca de distintas maneras, no de forma evidente y mucho menos omnipotente, porque aplastaría nuestro ser, porque acabaría con nuestra libertad, porque ya no sería posible que aprendiéramos el arte de amar.

El verdadero amor, es el que viene cuando se ejerce libre y voluntariamente, con pleno conocimiento, con una decisión personal. Mientras tanto, si solamente distingo búsqueda de placer, si solamente hay atracción, “no hay amor”. El amor es fruto de la libertad. Ese es el encuentro que busca Dios, por eso no nos busca de forma aplastante, porque quiere que aprendamos a hacerlo como él. Eso es lo que buscaba Adán y Eva, por eso cayeron en la tentación cuando Satanás les dijo: “¿Quieren ser como Dioses? Coman de ese árbol”.

¿Quieren ser como Dioses? Y en verdad está en nuestro interior el ser como Dios, es más, para eso hemos sido creados a imagen y semejanza con Dios, para encontrarnos con él y participar de su vida divina. Ese es nuestro destino, por eso esta vida es este aprendizaje del amor. El camino, pues, no es el que nos propone la primera lectura en las personas de Adán y Eva, y mucho menos en la serpiente que representa a Satanás. El camino es el que nos propone hoy el evangelio en la persona de María.

¿Qué dice María? “Al oír estas palabras ella se preocupó mucho, –porque venía en nombre del Señor, el ángel––, y se preguntaba qué querría decir semejante saludo?”. ¿Qué  querrá Dios de mi vida? Esa es la pregunta que nos empieza a poner en un camino positivo: ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Para qué me ha creado? ¿Cuál es la razón de mi vida? “El ángel le dijo: has hallado gracia ante Dios, no temas”. “Has hallado gracia”. La gracia es precisamente fruto de esta actitud abierta del ser humano hacia su creador. Es la primera gracia no escondernos, ya que ese es el pecado; no evadirnos, sino abrirnos al encuentro, desear ese encuentro con  quien  nos ha creado. Has hallado gracia. Cada uno  de nosotros  hemos hallado gracia. A veces recuerdo yo, con quienes comparto la vida, que antiguamente  en México se saludaba preguntando ¿Cuál es su gracia?, para preguntar por su nombre, aludiendo al Bautismo. Hoy simplemente sólo decimos ¿Cómo te llamas?, pero antes nuestros abuelos y todas las generaciones anteriores decían, cuál es su gracia, cuál es la gracia de su merced. Es hermoso verdad, es la gracia inicial, la que nos da Dios, asumiéndonos como sus hijos. ¿Acaso el padre o la madre, del gusto de abrazar o de llevar en su pecho a su hijo busca la evasión del niño? No. Tambien el bebé busca el calor de la madre. Estas experiencias iniciales del ser humano, también las tenemos que reproducir, recrear entre Dios nuestro creador y su creatura. Abrirnos al encuentro de Dios.

María al escuchar estas palabras, también se pregunta como cualquiera de nosotros: “¿Cómo podrá ser esto?”  ¿Cómo se realizará este encuentro? ¿Cómo podremos responderle a Dios? ¿Cómo podernos saber qué es lo que quiere de nosotros? El ángel le dijo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. El Espíritu Santo. Esta debe ser nuestra gran preocupación en la vida cristiana: cómo relacionarnos con el Espíritu Santo, cómo aprender a discernir, a partir de lo que me sucede y de lo que nos sucede en los acontecimientos a descubrir, lo que Dios quiere de mí.  Es lo que se llama el camino espiritual de discernimiento, clarificar estas voces y presencias de Dios de distintas maneras en la vida humana, en mi relación con los demás, en la interpretación de los hechos. En esta respuesta vemos, entonces, el camino a recorrer y decir como María: “hágase en mí según tu palabra”. Estar con esa disposición, siempre abierta a lo que viene de Dios, una vez que se discierne y se clarifica, aceptarlo. –Pero es que no me gusta, pero es que me da miedo…–– correr ese riesgo, es lo que está de nuestra parte. Así podemos entender al Apóstol San Pablo en la segunda lectura cuando nos dice: “Èl nos eligió en Cristo”. En Cristo, que es nuestro padre. Y más adelante: “Con Cristo somos herederos también nosotros, estamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad”. Ese es nuestro destino, el mismo que Cristo. Así que, entonces, nuestra vida cristiana tiene que estar en relación con el Espíritu, para discernir qué quiere Dios, para fortalecer mi interior y el seguimiento de Jesucristo el Señor para involucrarnos los unos a los otros como hermanos.

Hoy mismo, estamos viviendo tiempos de preocupación, de consternación, o de desesperación  ante todo lo que sucede en nuestro país. Las cosas que suceden, no pasan simplemente de repente. Las cosas que suceden son consecuencia, son historia de un constante actuar al margen de lo que Dios quiere. Como comunidad, como sociedad, nos tenemos que preguntar, ante todo lo que hoy vemos que tanta gente manifiesta con expresiones muy fuertes: ¡ya basta!, ¡ya no podemos más, no tiene que permitirse esto!... Tenemos, también nosotros, que preguntarnos, ¿es que dónde hemos dejado a Dios? Lo hemos marginado de nuestra vida social, traemos una historia de más de siglo y medio de una constante marginación de Dios en la vida social, que lo hemos dejado en el interior de nuestros templos. Cuando venimos aquí, nos acercamos a él, cuando volvemos a nuestra vida laboral, en los ambientes en donde nos movemos ¿Dónde queda Dios? Es verdad que buscamos qué es lo que quiere de nosotros ahí donde trabajamos, donde se desarrolla nuestra vida de todos los días. Traemos una consecuencia histórica de siglo y medio, y de una filosofía liberal que ha hecho que creamos que así son las cosas, que la fe es para vivirla en el interior y nada más  que en el interior, sin consecuencia de las relaciones entre unos y otros. Siglo y medio de marginar a Dios de la vida social, política, cultural, de la vida de la educación pública, ahí están las consecuencias; pero no estamos destinados a eso, esa es la esperanza, que ese no es nuestro destino. Una sociedad violenta, una sociedad que no tiene justicia, en donde hay impunidad y corrupción, no es ese el destino nuestro. Y entonces cantemos como decíamos en Misa: “Cantemos al Señor un canto nuevo”. Hagamos de nuestra vida algo nuevo, eso es lo que quiere el Papa Francisco con la Iglesia.

Muchos dicen: es mejor seguir como estábamos, estábamos tan contentitos, sin que se nos moviera nuestra conciencia. ¡No! Hagamos este canto nuevo con nuestra vida sacando nuestra fe a la calle. Dice el Papa: “sáquenlo, hablen, muestren lo que creemos y también hagámoslo vida en todos los espacios sociales”. Esa es la Iglesia misionera, la Iglesia en salida que desea el Papa Francisco y que necesita la Iglesia. Porque queremos una sociedad fraterna, justa y en paz.

Pidámosle hoy en esta fiesta patronal, que nosotros no tengamos miedo, no nos escondamos, vayamos al encuentro del Señor en nuestro hermano. Digámosle a María, patrona de esta