LA SAGRADA FAMILIA

December 31, 1969


LA SAGRADA FAMILIA

 

“El Señor nunca olvida sus promesas”

Así cantábamos con el salmo, respondiendo a la primera lectura y preparándonos también a la segunda lectura que nos ha sido proclamada. En efecto, tanto una como otra, nos presentan la figura de Abraham, nuestro padre en la fe, que creyó en la promesa y que la vio cumplida, algo que parecía imposible resultó una realidad. El Señor cumple sus promesas, por eso cantábamos: “El Señor nunca olvida sus promesas”. Esta afirmación y esa realidad hecha en Abraham, la vemos también en el Evangelio, en la figura de Jesús llevado al templo por sus padres José y María. La liturgia nos invita, para esta escena del Evangelio, ver a los tres integrantes de la Sagrada Familia y considerar esta promesa y proyecto de Dios, hoy en nuestro tiempo. 

Si el Señor nunca olvida sus promesas, si el Señor siempre cumple lo que promete ¿Por qué hoy en nuestro tiempo está en crisis la familia? ¿Por qué está en crisis el matrimonio? Es una afirmación muy fuerte, que ha hecho el Papa Francisco en el Sínodo pasado de octubre. La crisis de la familia, está extendida sobretodo en occidente, es decir, en los países que tenemos unas sólidas raíces en el Evangelio, en la cultura cristiana ¿Habrá fallado el Señor? ¿No está cumpliendo su promesa con nuestras generaciones? ¿Por qué entonces tanta desintegración familiar? ¿Por qué tantas separaciones y divorcios? ¿Por qué tanto fracaso en este hermoso proyecto que Dios pensó para la humanidad? 

Tenemos entonces que revisar –decíamos los padres sinodales– cuáles son las razones, porque estamos seguros que Dios no ha fallado, que está dispuesto a cumplir esta promesa de que cada familia, esté reflejando lo que es Dios: la fidelidad y el amor. Ese es el proyecto que nos dice el libro del Génesis sobre la familia: el hombre es creado como varón y mujer, para reflejar la imagen y semejanza de Dios. Entonces, si tenemos toda la convicción de que Dios no ha fallado a darle el espíritu para que el proyecto de familia se realice, ¿Dónde están las causas? ¿Por qué ha entrado en crisis la familia? 

Vamos a revisar un poco los elementos fundamentales que le dan la solidez y firmeza, a ese sí que se dan los novios cuando vienen ante el altar a decirle al Señor, que se comprometen para toda la vida a ser esposo y esposa. Hay tres dimensiones fundamentales que debemos tener en cuenta. La primera, es el elemento de la sexualidad. La sexualidad la puso Dios en el ser humano, para generar esa atracción de unos a otros y poder alentar el compromiso de vivir juntos, dos personas que se sientes atraídas, este es el elemento incipiente que va generando la posibilidad de ese compromiso matrimonial. 

El segundo elemento, mucho más importante, es el elemento de la dimensión humana. Varón y mujer, somos distintos, tenemos diferentes características, no sólo fisiológicas, sino también psicológicas; y en la unidad del matrimonio están llamados los esposos a la complementariedad, a poner lo específico y propio de cada sexo, uno en favor del otro. Este aspecto es el que hace crecer la madurez humana y afectiva, es el elemento que al darnos un servicio el uno al otro, se desarrolla la persona. El crecimiento de la madurez humana. 

Tercera dimensión fundamental y la más importante: la dimensión espiritual. El matrimonio, los novios, cuando vienen al templo, es para recibir la bendición de Dios. Por eso, el compromiso no lo hacen en su casa, o en el campo, o en cualquier otro lugar, vienen ante Dios conscientes de pedir su bendición; ese sí de ambos, queda sellado por la fuerza de un sacramento que da la garantía del Espíritu Santo para ayudarles a, los novios a, que cumplan esa voluntad de ser el uno para el otro, para toda la vida, en gran fidelidad y en amor. Esa dimensión espiritual, crece cuando ambos comparten su fe, cuando ambos conversan lo que creen: cómo creen, cómo perciben a Dios en su vida, cómo entienden que Dios los está acompañando cuando comparten la fe en Jesucristo y cuando disciernen qué es lo que Dios quiere de ellos, no solamente lo que ellos dos quieren para sí mismos, sino lo que Dios quiere de ellos como matrimonio. En estos dos aspectos: la dimensión humana y la dimensión espiritual, está la clave de la fidelidad y de la experiencia del amor. Para esto ayuda muchísimo, cuando vienen los hijos, porque hace que la pareja, también tenga  a alguien más en quién pensar, atender y  amar generosamente. 

Ahora veamos ¿Cómo está la familia en nuestros días? Nuestra sociedad, lamentablemente, aboga solamente por el primer elemento: la sexualidad. Pensando que en ella está solamente la manera de ser felices  –por el placer– y eso es solamente un peldaño incipiente de la relación en el matrimonio. Se quedan ahí, no crecen, no se desarrollan como personas en la complementariedad y ayuda, y entonces empiezan las dificultades, pero además, dejan casi siempre de lado la dimensión espiritual. 

No es por tanto, que Dios no cumpla la promesa de apoyar ese matrimonio para que sea fiel y descubra el amor,  es la misma pareja quien ha sido infiel con Dios, no lo ha buscado, no lo ha descubierto, no ha orado, no ha entrado en comunión con Él, no participa de la Eucaristía, no participa de la vida de Iglesia, no participa de la vida de caridad hacia sus seres más necesitados, no sale más allá de un círculo estrecho de una relación entre dos. Eso es lo que provoca la separación, la dificultad, y que en lugar que el matrimonio se vuelva el nido de amor, se vuelve un infierno de vivir juntos, que prefieren dejarse unos a los otros. 

Hermanos, hoy es la fiesta de la Sagrada Familia, hoy es nuestra fiesta del Señor de las misericordias, recordemos que tanto Jesús, como María y José, están para ayudarnos, están dispuestos para acompañarnos, están dispuestos a rehacer este concepto vivencial de las familias de hoy. Recemos por todas estas familias que se encuentran en grave dificultad, que no encuentran el camino, y preparémonos como Iglesia para abrir espacios donde podamos ayudar a que la familia crezca conforme al proyecto de Dios. Que así sea. 

 

+Carlos Aguiar Retes

 

Arzobispo de Tlalnepantla