“Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo”.
De esta manera responde Jesús a la pregunta que le hicieron los discípulos de Juan Bautista: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Juan se encontraba en la cárcel, dice el Evangelio. Juan probablemente sabía que iba a morir, porque, injustamente lo habían encarcelado e injustamente decidieron su muerte. La pregunta de Juan en realidad, no era por una curiosidad suya, sino para instruir pedagógicamente a sus discípulos para que, al morir él, supieran quién era el camino, a quién había que seguir. Ya lo había indicado Juan en el bautismo de Jesús: este es el cordero de Dios. Los discípulos de Juan, en efecto, siguieron posteriormente a Jesús, según sabemos por los mismos Evangelios y también por la tradición apostólica. Siguieron entonces a Jesús porque, descubrieron que Él era el que habría de venir y no tenían que esperar a otro. Este marco en que se encuentra esa pregunta y respuesta nos ayuda a entender que también es para nosotros esta respuesta de Jesús: vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí. Así, respondió Jesús, con sus acciones; era el testimonio de lo que Él hacia lo que daba crédito que Él era el mesías.
Así, también estamos llamados nosotros, a dar en este mundo testimonio de que Dios está en medio de nosotros, porque, nosotros no celebramos la navidad como un recuerdo nostálgico de algo que paso hace dos mil trece años; como algo que nos alegra que haya sucedido. Nosotros celebramos la navidad porque el Señor está en medio de nosotros, porque Él vive en medio de nosotros; y por ello, nos tenemos también que convertir como Juan y sus discípulos para mostrar quién es el Señor de la vida, con nuestras acciones, con nuestro propio actuar, con nuestra conducta, manifestamos a Cristo, lo reflejamos, cuando seguimos sus enseñanzas. Si en nuestra vida actuamos como dice el Evangelio, buscando la justicia, la fraternidad, la dignidad de la persona humana, el respeto, el diálogo, la comprensión y sobre todo, la misericordia y el amor, estaremos también nosotros como dice Jesús, abriendo los ojos a los ciegos, ayudando a los que no saben caminar en esta vida, que son cojos, para que, anden; ayudándoles a los que tienen lepra de tantos lastres, adicciones y situaciones de enfermedad, sea psicológica, sea moral; también nosotros haremos oír a los sordos, que no escuchan nada, que no entienden ni quieren entender; también nosotros resucitaremos los muertos que están caminando en vida, que no saben para que es esta vida y a dónde van; los pobres a quienes hay que anunciarles la alegría del amor de Dios, del amor de Jesús, para que tenga sentido su pobreza, sus renuncias, sus abnegaciones y puedan descubrir en ella, la riqueza que es tener la presencia de Dios en medio de nosotros.
Esa es nuestra vocación y nuestra misión, por eso nosotros recordamos la navidad como algo dinámico, algo presente, vivo, actual, Cristo ha nacido y está en medio de nosotros. Esa es la expectativa por la cual, les decía, hoy es el domingo de la alegría. La cercanía del Señor. El Señor nos habla. El Señor nos invita. El Señor nos fortalece. El Señor nos ama. Alégrense como dice el profeta Isaías porque: he aquí que su Dios ya viene, ya camina hacia nosotros para salvarnos. O como dice en la segunda lectura el apóstol san Pablo: hermanos sean pacientes hasta la venida del Señor. Aguarden con paciencia, mantengan firme el ánimo porque la venida del Señor está cerca. La podemos experimentar en cada una de nuestras acciones, cuando ayudamos a un prójimo necesitado, a un hermano nuestro, sentiremos sin dudar la fortaleza de Dios en nuestro espíritu. Esa es la satisfacción profunda que experimentamos cuando practicamos la solidaridad, la caridad. Eso es experimentar la presencia de Dios en nuestra vida.
Por eso, hoy tercer domingo de adviento digamos con alegría: Ven Señor a salvarnos.