“Él, Jesucristo, abrió un camino nuevo y viviente… su propio cuerpo”
El cuerpo mismo es el velo… Sabemos que el velo es algo que puede ocultar, que puede disminuir la capacidad de vista, que se puede tener como obstáculo para vislumbrar bien, advertir bien lo que está delante de nosotros. Quiero detenerme en esto; cuando el autor dice que Jesucristo nos abrió un camino nuevo y lleno de vida a través de su cuerpo, se está refiriendo al Misterio de la Encarnación, es decir, a la presencia de Dios a través del ser humano. Primero de este ser humano que tomó Jesús de Nazaret. Los contemporáneos de Jesús, lo que veían era un hombre, un cuerpo humano, no veían a Dios; y por eso el autor de la carta a los Hebreos, dice que es a través de este velo del cuerpo que no nos permite advertir con plena claridad y lucidez que se trata de Dios mismo, que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios.
Nos abrió un camino nuevo para esta relación con Dios, y nos abrió un camino lleno de vida, porque a través de la relación con Dios, recibimos la auténtica vida, la plena vida, la vida de Dios mismo que es eterna. Este velo, también está puesto en cada uno de nosotros para los demás; nos cuesta trabajo advertir que cada persona, con la que nos encontramos, es una presencia de Dios. Nosotros no vemos más que otro ser, otra persona, no vemos a Dios, ahí está el velo; pero a través de ese velo, que es el propio cuerpo, con los ojos de la fe, advertimos que Dios está presente.
¿Cómo podemos ir llevando esta experiencia para que podamos constatarla, para que podamos mantenernos en ese descubrimiento y en esa relación con Dios? Nos dice el mismo texto cuatro cosas:
Se necesita acercarse con sinceridad de corazón, nos necesitamos acercar al otro “con sinceridad de corazón”; y recibir al otro con sinceridad de corazón. Segunda cosa que nos dice: “profesando nuestra esperanza”, creyendo en esta realidad espiritual que hay dentro de nosotros, manteniéndose ahí firmes, inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza. Tercera cosa que nos dice: alentándonos mutuamente con el ejemplo, “al ejercicio de la caridad y de las buenas obras”. Es decir, cuando nos damos ayuda unos a otros, cuando nos auxiliamos en nuestras necesidades, es un tercer modo de ir experimentando la presencia de Dios entre nosotros, y a través de nosotros. Cuarto elemento, nos dice el mismo texto que hemos escuchado: asistiendo a nuestras asambleas Eucarísticas, a eso se refiere el autor de la carta a los Hebreos cuando habla de asambleas, está hablando de esto, de lo que estamos haciendo hoy, en este momento. Dice: “No abandonemos, como suelen hacerlo algunos, la costumbre de asistir a nuestras asambleas”.
Con estos cuatro elementos: sinceridad de corazón, mantenernos en nuestra esperanza, ayudarnos mutuamente, y asistiendo habitualmente a nuestras asambleas Eucarísticas, el velo que cubre la presencia de Dios en cada uno de nosotros, se irá haciendo cada vez menor, y experimentaremos que Dios sí está en medio de nosotros. Y esa es la luz que nos invita Jesús en el Evangelio, a no esconderla; esa experiencia que vamos llevando no es para que la guardemos en nuestro interior, diciendo: estas son mis cosas, mis experiencias, no. Dice Jesús, acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o de una cama, no, es para ponerla en el candelero. Para eso son nuestras experiencias de fe que advertimos, nuestras experiencias de haber descubierto que Dios nos acompaña y nos lleva de la mano; nuestras experiencias de fe, hay que participarlas porque son luz para los demás, luz para nosotros mismos.
Termina el Evangelio diciéndonos de una característica muy importante: la generosidad. Tenemos que ser generosos, porque “al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”. El que tiene generosidad, el que participa, el que comparte, irá creciendo cada vez más, se va fortaleciendo cada vez más, porque va intimando más con ese Dios que va percibiendo lo acompaña en su vida, con ese Dios que nos acompaña como Iglesia. Por eso hermanos, no tengamos miedo a la generosidad, al compartir todos los aspectos de la vida humana, no sólo los materiales, no sólo los espirituales, generosamente compartir todo lo que somos y tenemos.
Que el Señor nos ayude así para que podamos realizar esta Misión que se aproxima, con estas características que hoy nos describe la palabra de Dios, y así nuestra misión, a través de nuestros cuerpos, los que visitemos, advertirá una presencia de Dios. Que el Señor así nos prepare para ello. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla