VISITA PASTORAL EN EL CENTRO DE READAPTACIÓN SOCIAL BARRIENTOS

December 31, 1969


VISITA PASTORAL EN EL CENTRO DE READAPTACIÓN SOCIAL BARRIENTOS

 

“Jesús quiso ser de nuestra misma sangre”.

Así nos dice la primera lectura, que escuchamos, tomada de la carta a los Hebreos: “quiso ser de nuestra misma sangre”. Jesús el Hijo de Dios, tomó la condición nuestra, quiso ser de la misma sangre ¿Por qué razón? Porque tenía la misión, de Dios su padre, de redimirnos, es decir, de encausarnos con el proyecto para el que fuimos creados, pero que estábamos por caminos equivocados,  que habíamos perdido el rumbo y, entonces, Dios nuestro Padre envía a Jesús. Él toma nuestra condición, se hace uno de nosotros. 

Para poder iniciar esta reflexión, de forma que también ustedes descubran la importancia de esta afirmación, quiero recordar, hace un momento lo hacía, la primera vez que entre yo a una cárcel: fue a los ocho años, allá en mi tierra, en Tepic. Acompañé al sacerdote que estaba en cargo de atender espiritual y pastoralmente la cárcel de Tepic –así se llamaban entonces ahora se llaman CERESO, (centros de rehabilitación social); pero en aquella época se llamaban cárceles–. Me dijo el padre –me acompañas, voy a celebrar la Misa este domingo. Yo era monaguillo y lo acompañé. Cuando empezamos a pasar las rejas, sentí miedo, era un niño, dije: lo bueno es que vengo con el padre, yo creo que voy a salir también de aquí. Y allí estuve y así lo acompañé varias veces, cada vez con menos miedo, y cada vez con más alegría, porque veía los rostros de los que asistían a la misa, de los que se confesaban con el padre, y entonces decía: esto es una cosa buena, aunque ellos no pueda salir todavía como yo voy a salir, pero les hemos dejado a quien les da la verdadera libertad, les hemos dejado a Jesucristo, ese que quiso ser de nuestra propia sangre. Después con mi obispo de Tepic, lo acompañé también al Centro de Rehabilitación Social allá en Tepic. Fue también una extraordinaria experiencia. Ya como obispo en Texcoco, varias veces visité el Centro que está en esa ciudad; y hoy vengo aquí con ustedes, dado que este centro de rehabilitación, está en nuestro territorio como Arquidiócesis de Tlalnepantla. 

Me da mucho gusto, estoy muy contento de estar con ustedes, y lo veo también en sus caras a los que me ha tocado saludar. Es muy importante y por eso invité a los sacerdotes a que me acompañaran. Ustedes ven sólo a algunos de nuestros párrocos. Son 203 las parroquias y los párrocos, más los padres que ayudan como vicarios; no podían venir todos porque a lo mejor los custodios iban a tener que preocuparse todavía más de lo habitual, al entrar tanta gente aquí con ustedes. Pero han venido algunos, porque es importante. Con mis obispos auxiliares, –quienes me ayudan a recorrer la diócesis– hemos querido hacer, como dice el texto del Evangelio que hizo Jesús: recorrió toda Galilea, iba a todas partes, porque quería anunciarles el reino de Dios. 

Y entonces en una ocasión, dice aquí el texto, que lo fueron a buscar y le dijeron: “todos te andamos buscando”. Querían llevárselo, y Jesús les dijo: No. “Tengo que ir a los pueblos cercanos para predicar también allá el evangelio, pues para eso he venido”. Así les digo yo a ustedes. Estamos aquí con ustedes porque también ustedes forman parte de la Iglesia, porque también ustedes son bautizados. 

Hoy Jovita y Laura, van a recibir el sacramento de la Confirmación, y es porque ya están bautizadas. Hoy también venimos como Jesús, recorriendo la arquidiócesis, desde el 2013 empezamos recorriendo parroquia por parroquia y mañana vamos a estar en la parroquia que tiene ustedes más cercana, San Pedro Barrientos, donde es párroco el padre Arnulfo Cortez que está aquí. Entonces, dijimos que no podíamos venir a la parroquia de San Pedro, sin pasar primero a saludarlos a ustedes, porque andamos recorriendo todos los lugares de nuestra Arquidiócesis para anunciarles esta Buena Nueva, lo que hoy nos dice aquí la primera lectura: “que Jesús quiso ser de nuestra propia sangre para hacerse semejante en todo a nosotros”, y para que podamos tener relación con Dios, podamos ser restaurados en Dios, podamos ser redimidos, reconstruidos, y ese es el mensaje fundamental que quiero dejarles. Ustedes, a veces por ignorancia, a veces por necesidad, a veces por tentación, a veces por ambición, a veces por malas influencias, cada uno por distintas razones, cometieron algún delito, y están aquí; pero yo estoy seguro que ustedes no quieren estar aquí, quieren su libertad. Y la van a obtener, y lo importante es que ya desde aquí, ustedes sepan que pueden reconstruir su persona, pueden ser totalmente distintos de lo que fueron o de lo que los hizo caer, y por eso estamos nosotros aquí hoy. 

Les explicaba, a los encargados de sus áreas y al director, que estamos queriendo  iniciar este proceso de relación con sus familias, porque a mí me gustaría que cuando ustedes dejen el CERESO, su familia se alegre y los reciban con los brazos abiertos, plenamente perdonados, reconciliados. Este trabajo es el que queremos realizar con sus familias, por eso les hemos preguntado dónde viven sus papás, sus hermanos, sus familiares más cercanos. No es otra la razón, queremos entrar en contacto con ellos y por eso han venido también aquí los párrocos, para darse cuenta de lo que ustedes los necesitan. Ellos me van a ayudar a hacer este trabajo. El padre Martín Livera, viene con ustedes y con un grupo que trabaja con él. Yo les pido a ustedes que tengan esa disposición de decirle: yo vivía en tal calle, en tal colonia, allí viven mis papás, hermanos, familiares, allí pueden buscar a alguien de mi familia, para que él vaya tomado nota y se los pase a los párrocos respectivos de donde viven sus familias y se vayan  preparando, porque Dios quiere rehacerlos, reconstruirlos, a ustedes y a su familia, porque quiere que vuelvan a ser los hijos que Él proyectó en ustedes. 

Dios los ama como sus hijos que son, independientemente de sus acciones. Dios está esperando volver a reconstruir en ustedes su persona. Ustedes me dirán, eso va a ser muy difícil porque cómo le vamos a hacer. Hoy van a recibir Jovita y Laura el sacramento de la Confirmación, la mayoría de ustedes, probablemente ya lo hayan recibido, bautismo y confirmación. Y saben, nunca se les olvide, cuando recibieron ese Sacramento, Dios les regaló el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios está en cada uno de ustedes. Que no lo conozcamos, o que no hayamos establecido relación con Él, eso es ya otra cosa, pero está, esa es la maravilla, está dentro de ustedes. Siempre les pongo yo este ejemplo ¿Quiénes de ustedes se han subido al metro? Levanten la mano. Cuando se suben a un vagón del metro, ustedes viajan y luego se bajan en el punto que quieren llegar y ¿con quien viajaron? ¿Conocen a los que iban con ustedes? ¿Pero sí iban con ustedes, verdad? Y a veces hasta cuerpo con cuerpo pegaron, y no sabían quién era. Así nos pasa con el Espíritu de Dios que está dentro de nosotros. Está dentro de nosotros, pero no nos damos cuenta, no sabemos cómo tratarlo, no sabemos cómo relacionarnos, no sabemos de qué manera podemos aprovechar esta fuerza interior que Dios nos ha regalado: la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Ese es el motor, la energía, la fuerza de Dios, el Espíritu Santo es lo que trae, Él nos proporciona esa fortaleza que nuestras débiles voluntades no tienen, de ahí la importancia de aprender a relacionarse con Él. Y eso es lo que intenta el padre Martín con su equipo, instruirles a ustedes cuando viene. Ayudarles a que lo encuentren y se relacionen para que ustedes se fortalezcan como personas, para que se reconstruyan como personas, porque ahí está la clave de todo. Si nosotros descubrimos nuestra propia dignidad: que somos hijos de Dios, vamos a respetar la dignidad de los demás. Y fíjense que bonito, fíjense bien lo que voy a decir: Dios no se fija en las acciones que hacemos, sino se fija en el hijo que ha creado. ¿Qué hace una mamá o un papá con su creatura? ¿Qué le da un bebé a sus padres? ¿Qué acciones hizo para que sus padres lo quieran? ¿Se las ganó el bebé? No hizo nada. Nosotros sin hacer nada, ya tenemos el amor de Dios, porque Él nos dio la vida, sin que nosotros hagamos acciones buenas o malas. Si hacemos luego acciones buenas o malas, Él siempre está pendiente para ayudarnos a salir de allí, porque es nuestro Padre. Y si hacemos acciones buenas, a través de nuestras acciones buenas, crece el amor hacia el cual nosotros dirigimos nuestras acciones buenas, Dios se manifiesta a trav