HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

January 08, 2023


HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

 

«Que te alaben, Señor, todos los pueblos»


Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

En este domingo de inicio de año les doy un saludo a todos ustedes con ese deseo de que alabemos todos a nuestro Dios, a ustedes que se encuentran aquí presencialmente en nuestra Catedral, pero también a aquellos que siguen esta Eucaristía en distintos lugares de nuestra Arquidiócesis, de la República Mexicana y también a algunos que la siguen en Estados Unidos y en otros países; que realmente sintamos la alegría de alabar a nuestro Dios.

Hace apenas 15 días celebrábamos la fiesta de la Navidad y el Nacimiento nos ha ayudado mucho para tener muy presente lo que estamos celebrando, que es el misterio de la Encarnación, la Palabra hecha carne, Dios que se quiso hacer como nosotros. Veíamos cómo en ese día de Navidad los ángeles anunciaron a los pastores que había nacido el Salvador del mundo, «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad», y cómo los pastorcitos fueron a adorar al Niño Dios. Había nacido en un lugar concreto, histórico, en Belén, y esta fiesta que estamos celebrando hoy, que se llama la fiesta de la Epifanía, una palabra que viene del griego y que significa “manifestación” del Señor como Dios, es popularmente conocida como la fiesta de los Reyes Magos.

De tal manera que hoy la idea central de la liturgia de la Palabra de Dios es que Él se manifiesta a todos los pueblos, a todas las culturas, a todas las razas. El 25 de diciembre celebramos su Nacimiento en Belén y muchos pensaban que había venido solamente para el pueblo judío, pero no, Dios viene a salvarnos a todos, a todos los pueblos, y hoy celebramos esta fiesta del Epifanía.

Vemos cómo en la primera lectura nos va preparando el profeta Isaías e incluso nos dice los regalos que van a dar esas personas que van a encontrar a Dios. Encontramos a unos hombres que vienen de tierras muy lejanas, que, por cierto, ni eran reyes ni eran magos, eran astrólogos, conocían muy bien todo lo del Universo, las estrellas, todo lo del cielo. Y entonces un día vieron una estrella espectacular y se dijeron que eso no era normal. Fueron siguiendo la estrella estos hombres sabios, estos hombres astrólogos, y preguntan en Jerusalén sobre el Nacimiento de un Mesías y Herodes se preocupa mucho, porque él es el rey. Sin embargo, los estudiosos de la Sagrada Escritura les dicen dónde va a hacer, en Belén. Belén está muy cerca de Jerusalén, como a unos 11 km. De tal modo ellos siguen el camino y se les anuncia que no regresen por el mismo camino. Nosotros podemos preguntarnos por qué esos sabios de Jerusalén, que sabían, que conocían la Escritura, no se movieron, ¿por qué se quedaron pasivos? En cambio, aquellos hombres caminaron muchas horas para llegar a Belén.

¿Y qué fue lo que sucedió cuando llegaron ante el Niño Dios? Se postraron, se hincaron, porque lo reconocieron como verdadero Dios y como verdadero hombre, lo reconocieron, reconocieron a María, José y al Niño Dios. De tal manera que ellos se sintieron felices, porque en toda esa búsqueda que habían realizado siguiendo la estrella, que precisamente se detuvo en ese lugar, reconocieron a Dios como verdadero hombre, porque era un niño, pero también como verdadero Dios. Entonces sacan sus regalos: el regalo del incienso, que es un reconocimiento al niño como Dios; la mirra, que es un reconocimiento como hombre; y el oro, un reconocimiento como rey, porque habían encontrado al Rey del Universo.

La estrella es muy importante en la liturgia de este día, esa estrella que siguieron, pero también hoy nosotros debemos pensar que tenemos que ser instrumentos para que otras personas conozcan a Dios, como lo fue la estrella. Nosotros hablamos de que queremos una Iglesia misionera, pero es importante que el misionero, la misionera, siempre anuncie, anuncie a Dios como el Salvador del Universo.

Había un pensador, Jacques Maritain, que decía unas palabras muy difíciles: “el gran obstáculo para el cristianismo son los cristianos”, qué palabras tan duras,  que el principal obstáculo del cristianismo éramos los mismos cristianos. O también lo que dijo Gandhi cuando hizo un viaje a Europa, dijo: "No han descubierto el amor de Dios", no son testigos del amor que les trajo Jesucristo. Así es que nosotros estamos llamados a ser instrumentos para que otras personas conozcan a Jesús, para que otros tengan un encuentro con Él.

Por eso, queridos hermanos y hermanas, ahora que estamos al inicio del año, que tenemos muchos sentimientos, que le queremos pedir mucho regalos al Señor el regalo de la paz, el regalo de la salud, el regalo de la fraternidad, de la reconciliación, de la unidad, que también nosotros hoy aparte de pedirle le ofrezcamos querer ser instrumentos para que otras personas lo conozcan y encuentren ese sentido cristiano para su vida.

Que el Señor a todos nos bendiga, nos anime, y que empecemos con mucho entusiasmo este año que seguramente será bendecido por Dios y nos acompañarán la Virgen María y el señor San José. Así sea.


+José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla