«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
Muy queridos hermanos, hermanas, en el Señor Jesús:
Como todos los domingos, quiero saludaros a cada uno de ustedes, a quienes han venido aquí a nuestra hermosa Catedral de Corpus Christi y también a aquellos que se unen a través de estos medios digitales, que se conectan, y llega a muchos hogares en nuestra Arquidiócesis y en otros lugares de la República Mexicana y del extranjero; también hoy quiero saludar a los que van en carretera y han sintonizado Radio María en distintos estados de la República o también desde sus hogares a través de la radio nuestra Eucaristía; a todos les deseo paz, les deseo salud y sobre todo que hoy nosotros podamos decir: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».
Hace ocho días celebramos la fiesta de la Epifanía del Señor y decíamos que la palabra Epifanía viene del griego y significa manifestación. En la Epifanía se manifestó Dios a los reyes magos, aquellos sabios astrólogos que habían llegado de tierras muy lejanas siguiendo la estrella, y cuando la estrella se detuvo ellos adoraron a Dios y lo reconocieron como el Salvador del mundo. Una de las conclusiones que sacamos fue cómo Dios viene a salvar a todos los pueblos, a todas las razas de la humanidad.
Hoy ya estamos en el Tiempo Ordinario, hemos terminado la fiestas de Navidad, ya no está el Nacimiento, utilizamos otro tipo de ornamentos, es el Tiempo Ordinario el que nos va a llevar hasta el tiempo de la Cuaresma.
Sin duda que hoy las lecturas nos ratifican que Jesucristo es el Hijo de Dios, es el Cordero de Dios. Vemos cómo desde la primera lectura el profeta Isaías nos va preparando, a él le tocaron tiempos muy complicados, pero también hoy son palabras muy reconfortantes de Isaías, que dice que siempre Dios lo ha conocido, desde el seno materno ya lo conocía el Señor y lo envió para anunciar las buenas noticias. Hoy él anuncia que llegará la Luz que alumbre a las naciones, el que viene a salvar a su pueblo. Se está refiriendo, evidentemente, a Jesús, que lo encontramos en el Evangelio casi iniciando su apostolado, su vida pública, su ministerio, ya Jesús ha tenido la experiencia de haber estado en el desierto y haber sido bautizado por Juan el Bautista.
Había una cierta confusión de quién era Juan el Bautista, porque era una persona que tenía una gran personalidad y además era muy respetado, muy querido. Entonces él, cuando pasa Jesús, dice: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». A él le tocó preparar el camino al Señor, él dice también: «No soy digno de desatar las correas de sus sandalias, yo bauticé con agua, esa agua de conversión, pero Él va a bautizar con el Espíritu Santo».
Juan se refiere a Jesús como el Cordero de Dios. El cordero hace alusión a aquella cena pascual, cuando el pueblo de Israel salió de la esclavitud de Egipto y tuvieron que sacrificar un cordero y poner la sangre en las puertas, en los dinteles; también el cordero recuerda los sacrificios que hacia el pueblo, cuando llevaban al templo de Jerusalén corderitos y los mataban como expiación de los pecados, era un sacrificio. Pues ahora el cordero es Cristo, el Cordero de Dios, que va a dar la vida por todos nosotros y va a ser sacrificado; ahí encontramos la alusión a ese cordero, que tuvo que padecer por todos nosotros y dio su vida, dio su sangre para abrirnos las puertas del Cielo. «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo», Él viene a quitar el pecado del mundo, viene a salvarnos y a enseñarnos los caminos.
Yo quisiera quedarme hoy con la figura de Juan el Bautista, que presenta al Cordero de Dios, porque cada uno de nosotros, como cristianos, como católicos, también tenemos que presentar a Jesús como el Cordero. ¿Cuántas veces se habla, el Papa y los documentos, de que queremos ser una Iglesia misionera? Pues que no quede nada más como un slogan, sino realmente los misioneros y misioneras somos todos los bautizados y a nosotros nos toca presentar a Jesus, darlo a conocer a los demás. Juan el Bautista lo presentó para que no hubiera confusión, dijo: «Él es el Hijo de Dios», y también nosotros, con nuestras actitudes, con nuestra palabra, podemos presentarle a otros a Jesús, en el trabajo, en el hogar, en la familia, en donde nos encontremos podemos presentar también a Jesús como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla