“Por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”.
En esta afirmación que hace el apóstol san pablo0 a los romanos nos da una clave para nuestra vida como discípulos de Cristo… las Escrituras, la Biblia, es la Palabra de Dios; y, cuando escuchamos esa Palabra de Dios atentamente; y la asumimos, entonces, tendremos la suficiente paciencia y el consuelo ante todos los conflictos y adversidades que encontremos en nuestra vida. Dice inmediatamente el apóstol: que Dios fuente de toda paciencia y consuelo les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, por tanto, afirma que, esa Palabra, a través de las Escrituras es Dios mismo quien nos habla; y por eso, la paciencia y el consuelo son dones que nos regala Dios nuestro Padre. A veces decimos a una persona agobiada: “ten paciencia”; y de dónde sacamos esa paciencia si estamos angustiados, si tenemos una terrible ansiedad. Si nos desespera el cuadro de situación que vivimos, la paciencia es un don que Dios regala a quien escucha su Palabra, igualmente el consuelo, es decir, esa serenidad, esa paz interior para no obstante los problemas de la vida estar tranquilo, con una confianza de que se podrá salir adelante. Por tanto, debemos de tener claro que esa paciencia y ese consuelo vienen de Dios; y que están a nuestro alcance, porque eso estamos haciendo en este momento, escuchar su Palabra, pero nos hace falta, en la mayoría de todos nosotros, tener el hábito de escuchar más la Palabra de Dios, no solamente con la Misa del domingo, sino tener en nuestra casa los Evangelios, acudir a ellos, porque esa Palabra es a través de ella, como Dios infunde en nosotros la suficiente paciencia y consuelo. Y así se mantiene entonces la esperanza. Así surge la esperanza, porque hay un movimiento interior en nuestra alma, en nuestro espíritu, regalado por Dios para poder vivir conforme a lo que escuchamos en esa Palabra de Dios; de ahí viene como escuchamos: la posibilidad de vivir en perfecta armonía unos con otros. Estamos viviendo situaciones de grave conflicto en la familia, desintegración familiar, esposos que se quieren separar, o padres con hijos que se quieren ir de la casa familiar; falta la armonía, pero esa armonía no es nada más disposición de buena voluntad humana, es importante, sino tiene que fortalecerse y consolidarse con el regalo de Dios que es esta paciencia, para conocernos, para tener esta actitud de darnos el tiempo a nosotros de darnos positivamente.
La Palabra de Dios es lo que anunciaba Juan Bautista, él generaba esa conciencia en las personas disponiéndolos para la llegada del Mesías. Él pasa en un oficio relativamente secundario pero importante. Por eso, a quien tenemos al centro es a Cristo; y a un lado está Juan Bautista. Así tenemos que ser nosotros, mostrar en nuestras actitudes pero reconociendo que es Cristo el que nos ayuda, el que está con nosotros; y que debemos comunicarlo a los demás, como un Juan Bautista, quedando nosotros a un lado. Debemos de invitarnos mutuamente a compartir las reflexiones que hagamos en torno a la palabra de Dios, sea en el seno de la misma familia, sea en grupos de amistad, o grupos de la vida eclesial, compartir la Palabra de Dios. Esta Palabra que da vida, consuelo, paciencia, y que tiene la esperanza, porque nos comunica el Espíritu mismo que nos dice el profeta Isaías estaba en esta vástago nuevo que fue Jesucristo. Es ese mismo Espíritu el que se nos regala, se nos infunde, el que nos anima, pero, nosotros tenemos que asumirlo con conciencia, no es una cuestión automática, que sin darnos cuenta ya tenemos el Espíritu de Dios ahí activo. Dios nos quiere en plena libertad con plena conciencia, quiere que abiertamente lo amemos, que correspondamos a su amor, y por eso, no actúa en automático. No es como una i9nyección de medicina que se nos pone en nuestro cuerpo para darnos vitamina y ahí ya inconscientemente nosotros recibimos el beneficio. No la Palabra de Dios la tenemos que recibir con plena conciencia, alerta y además con libertad porque es nuestra respuesta de amor. Si nosotros escuchamos la palabra de Dios y le hacemos caso a lo que nos dice, entonces en nosotros irá creciendo ese Espíritu de comunión con Dios, ese darnos cuenta que todo lo que nos regala en la vida; y entonces tendremos permanentemente esta gracia de la paciencia y del consuelo manteniendo nuestra esperanza y pudiendo generar armonía en nuestras relaciones humanas en todos los niveles.
Por eso, este segundo domingo de adviento nos presenta estas lecturas, porque Cristo ya vino, ya está en medio de nosotros, el recuerdo de la navidad es para encender esa pasión para descubrir que Cristo está en medio de este mundo, que no estamos abandonados, que no estaos a nuestra suerte, sino que Cristo es el más interesado en que nuestra vida sea de satisfacción, de felicidad y de paz. Pidámosle pues al Señor que en este itinerario, en este camino a la navidad, en este camino a la fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, nosotros renovemos nuestra confianza en Él y valoremos la escucha de la Palabra de Dios. Que así sea.