VISITA PASTORAL EN SAN BARTOLITO HUIXQUILUCAN

December 31, 1969


VISITA PASTORAL EN SAN BARTOLITO HUIXQUILUCAN

 

“¿Por qué tus discípulos no observan, no siguen, la tradición de nuestros mayores?”

Le preguntan así a Jesús, un sector de la población que era tanto el cuidado de la observancia y el mantenimiento de las tradiciones en el pueblo de Israel y, porque ven que precisamente los discípulos de Jesús, dejan de lado algunas de esas tradiciones. Vamos a tratar de partir de esa pregunta que le hacen a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de nuestros mayores?” 

La pregunta es importante, porque sabemos que una tradición, su palabra etimológicamente significa transmitir, una tradición en sí es buena, sobre todo si transmitimos lo que valoramos, lo que nos parece bueno. La tradición, es transmitir conforme la experiencia que hemos vivido. Jesús responde analizando una de esas tradiciones que habían distorsionado: era bueno darle cosas a Dios  a través de lo cultual, para el servicio del culto indudablemente, –todavía hoy día la Iglesia es auxiliada por todos ustedes, por todos los fieles para el mantenimiento del culto–; pero habían hecho una tradición en el pueblo de Israel, de que si decían la palabra “Corban”, ya los que tenían recursos económicos, no tenían la obligación de ayudar, ni siquiera a los más cercanos porque, según eso, consagraban ese dinero para el servicio del culto. Y Jesús les dice que eso no está bien, que Dios no había mandado eso, que era una tradición meramente humana, que la habían consagrado pero sin provenir de Dios. 

Eso es lo que tenemos que cuidar con nuestras tradiciones: que sean de origen de Dios, de origen divino, que sean esos valores eternos lo que transmitimos. Lo demás es conveniente o no, dependiendo de los contextos que vivamos, dependiendo del discernimiento que hagamos, del uso que debemos hacer de nuestras costumbres. 

Por eso podemos de aquí, irnos a la primera lectura del libro del Génesis, en donde termina el capítulo primero de la creación y nos ha dicho que Dios ha creado todo bien. Pero además, nos ha dicho que Dios ha creado todo en orden, separando al mismo tiempo subordinando; distinguiendo lo que es la luz, de la oscuridad; lo que es la vida marina, de la terrena; lo que es la vida vegetal, de la vida animal. Y llega al punto de la narración y culmen, cuando dice: “Hagamos al hombre varón y mujer”. Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra. 

Somos creados a imagen de Dios. ¿Cuál es esa imagen y de qué nos sirve estar creados a imagen de Dios? Si nos vamos al mismo texto, encontramos que entonces nosotros, hechos a imagen de Dios, tenemos que actuar como Dios, ¡tenemos que actuar como Dios!; y si queremos actuar como Dios, tenemos que ordenas las cosas para el bien nuestro y el de los demás. 

Así como Dios ordenó en la creación, separó y distinguió las cosas y las puso unas en relación con otras, ese arte de ordenar, nos hace caminar en el crecimiento y desarrollo de ser imagen de Dios. 

Vean por qué, entonces, es importante –por ejemplo– la disciplina: que nosotros tengamos un orden en nuestra vida, en nuestras cosas, en nuestra relación con las personas. Que tengamos un orden que nos lleve a la buena relación con los demás y a la subordinación de unos con otros para servicio de todos. 

También somos creados a imagen de Dios, –y así realizó él la creación del hombre– haciéndonos varón y mujer; complementarios y necesarios uno del otro, no uno superior al otro. El varón no es superior a la mujer, la mujer no es superior al varón. Porque como estamos creados a imagen de Dios: –ustedes pueden recordar claramente de su catequesis– el Padre es igual que el Hijo, y el Hijo es igual que el Espíritu Santo y forman una unida que es la Unidad Divina, Dios es uno. A esa imagen hemos sido creados nosotros. Entonces entre varón y mujer no hay diferencia, hay distinción, claro. Y esa distinción es para la subordinación de uno al otro mutuamente y en beneficio de todos, en este caso empezando con la familia. La familia es donde se aprende ese orden y esa subordinación de unos a otros en bien de todos. Así surge la experiencia del amor. 

Si nosotros somos egoístas y nos dejamos conducir por ese instinto de querer centrarlo todo en mi persona, estamos dando al traste con nuestra imagen y semejanza de Dios. Estamos hechos para la comunión, estamos hechos para el servicio a los otros, estamos hechos para ayudarnos los unos a los otros. No para agredirnos, no para violentarnos, no para sentirnos superiores y tratar de someter a los otros, no, así no fuimos creados, esa es una distorsión. 

Así como dijimos que las tradiciones las tenemos que ordenas conforme a la palabra de Dios, –volver a lo valioso, a lo que somos– así también nuestra propia vida humana la tenemos que, constantemente, iluminar con la enseñanza de la palabra divina, como esta tarde nos ayuda a hacerlo este hermoso texto de la creación. 

Eso es lo que pretendemos como Iglesia. Así como la familia tiene esa finalidad, la Iglesia como comunidad tiene la finalidad de ser la familia de Dios. Tenemos, entonces, que ayudarnos. Y por eso quiero felicitarlos a ustedes, porque están respondiendo a esos esfuerzos de coordinar y de ordenas mejor los servicios pastorales, respondiendo por ejemplo a la catequesis escolarizada infantil.   

Me decía Monseñor Francisco, del padre Porfirio en la presentación del modelo que hicieron, que cuentan con mil niños en la catequesis escolarizada. ¿Ustedes saben lo que eso significa? Es ver el futuro, es llevar a Cristo en el corazón del niño desde esa temprana edad, para que en él se desarrolle ya la imagen y semejanza de Dios. Qué hermoso es ver que tenemos futuro. Cuando vislumbramos un mejor horizonte para el mañana,  surge nuestra esperanza; y cuando surge nuestra esperanza, entonces tenemos la necesaria fortaleza para comprometernos en el hoy. Y eso  es lo que queremos hacer con la Misión. Los vi entusiasmados, hace un momento en el templo, cuando les pregunté si querían ser misioneros. Y respondieron que sí, porque ustedes también quieren que aquí en San Bartolito, Cristo viva. Haber: ¡Cristo vive: –en medio de nosotros! ¡Cristo vive: – en medio de nosotros! ¡Cristo vive: –en medio de nosotros! Que así sea en la Misión que vamos a realizar aquí y en toda la Arquidiócesis. Gracias al Señor, que nuestro corazón agradecido los prepare a esta celebración Eucarística para fortalecer nuestro ánimo y nuestra pasión por el reino de Dios. Que así sea.    

 

 

+Carlos Aguiar Retes

 

Arzobispo de Tlalnepantla