VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Háganlo todo para gloria de Dios”.

Así nos recomienda actuar el apóstol san Pablo, en la segunda lectura que hemos escuchado. Ya sea comer, beber o cualquier otra cosa, dice: “Háganlo todo para gloria de Dios”.

Es importante clarificar qué significa la gloria de Dios. Porque podemos pensar que dar gloria a Dios es cantar cánticos en su nombre; podemos pensar que es echar cohetes, o podemos pensar que es hacer fiesta, y así damos gloria a Dios; o podemos pensar que es pasar muchas horas en oración; o podemos pensar que es que nuestras celebraciones sean muy dignas y que nuestros espacios como esta catedral y los demás templos, estén en muy buenas condiciones físicas materiales. En realidad todo lo que hemos dicho expresa una parte, expresa algo,  pero no es el significado central y fundamental de la gloria de Dios. 

San Ireneo, allá por el siglo II, es decir, la segunda generación de cristianos, hace esta clarificación y nos dice: “La gloria de Dios es que el hombre viva”, ¡La gloria de Dios es que el hombre viva! Nosotros somos creaturas de Dios, hemos sido hechos por él. Darle gloria a Dios es que nosotros, sus hijos, vivamos. ¿Se dan cuenta? Esa es la gloria de Dios. Está en nuestras manos darle gloria a Dios y, está en nuestras manos, no solamente por lo que toca a cada una de nuestras personas, cada quien individualmente, sino favorecer para que también los demás vivan. San Ireneo completa la reflexión diciendo: “La gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es que vea a Dios…”, que descubra a Dios, que se encuentre con Dios, que llegue a la intimidad de Dios, esa es la verdadera vida y eso es lo que hay que buscar. Por eso a la luz de esta reflexión, podemos descubrir en el Evangelio de hoy que Jesús dio gloria a Dios. ¿Por qué? Porque se deja acercar, permite que se aproxime a él un hombre leproso, que según la ley –según lo que nos decía la primera lectura– no debería acercarse a nadie para no contaminar, porque tenía lepra. Sin embargo, Jesús, permite que se le acerque este hombre leproso y no solamente eso, sino que él mismo lo toca rompiendo esa norma. ¿Por qué rompe esa norma Jesús? Porque se compadece de este hombre. Dice el texto del Evangelio que Jesús, profundamente se sintió conmovido y surgió en él esa misericordia por el hombre leproso. El hombre consciente de su condición le dice: “Si tú quieres, puedes curarme… Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: ¡Sí quiero, sana!”. La gloria de Dios es que el hombre viva, y que viva en abundancia en su salud, que viva también en el servicio, que viva en esta caridad que hace ir más allá de la norma, más allá de lo que está mandado, más allá de la ley, como lo hizo Jesús. 

También vemos, en el texto del Evangelio, que Jesús, sin pretender ningún protagonismo para que su fama creciera, le pide al leproso que simplemente vaya con los sacerdotes como está establecido en la ley, según nos dice la primera lectura, y ellos ya den el veredicto de que ha sido curado. Sin embargo, este hombre no pudo contener su gozo, su alegría; no pudo contener su experiencia de haber encontrado a Jesús que le da de nuevo la salud.  Y empieza a divulgar con insistencia a cuantos encuentra diciéndoles: yo era ese hombre leproso y miren ahora, estoy sano. Vemos aquí que también el leproso aprende de Jesús a ir más allá de la norma y se convierte en un auténtico misionero. Esa es la misión: dar testimonio a los demás  de lo que Dios hace en nosotros. Tenemos que compartir nuestras experiencias de relación con Dios, porque recuerden, la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es ver a Dios, descubrirlo presente en nosotros, descubrirlo en nuestras acciones, descubrirlo en nuestras relaciones con los demás. Y si nosotros queremos que también los demás vivan, tienen que descubrir la presencia de Dios. ¿Cómo lo podemos hacer? Como lo hizo este leproso: dando a conocer lo que Dios hace en nuestra persona a los demás, así seremos misioneros. 

Que el Señor, pues, nos ayude, en este domingo, a tomar conciencia de lo que es la gloria de Dios, la vida del hombre, todo lo que ayude a que el hombre viva. Por tanto, promover caminos de vida no de muerte, caminos de vida, y además la vida del hombre es ver a Dios, promover todas nuestras experiencias de Dios y compartirlas con los demás, que el Señor nos de la gracia de que hagamos lo que hagamos todo sea para gloria de Dios.   

 

+Carlos Aguiar Retes

 

Arzobispo de Tlalnepantla