El señor es compasivo y misericordioso
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, como todos los domingos los saludo , a quienes han venido aquí a celebrar la eucaristía presencialmente, en nuestra Catedral, y también quiero saludar a todos los que nos siguen a través de las redes sociales, de las plataformas digitales, en distintos lugares de la Arquidiócesis, o de México, y también gente en el extranjero. A todos les deseo que tengamos la experiencia de un Dios que es compasivo y misericordioso.
En este domingo la Palabra de Dios nos habla de cómo debemos actuar con nuestros hermanos y no pagar siempre con la misma moneda, sino siempre tener como prioridad el perdón y el amor.
Fue muy breve la primera lectura que escuchamos este domingo del libro de Levítico, quisiera partir de las primeras palabras que escuchamos en las que Dios envió a Moisés para decirle al pueblo “sean santos como yo soy santo”. ¿Qué significa ser santo? es un proceso por el que el Espíritu Santo nos transforma de tal manera que no podemos entender a una persona que nos hace daño y desearle el bien, estamos nosotros viendo estas lecturas desde la fe, desde Dios, y solamente cuando tenemos al Espíritu Santo pues se nos dan los dones para que actuemos como seguidores de Jesucristo Nuestro Señor.
Lo que pasa es que ordinariamente actuamos de una manera nada más horizontal porque hoy Jesús, en el Evangelio, nos dice “no sigan la ley del talión”; esta ley del talión era una ley del Antiguo Testamento que decía “ojo por ojo y diente por diente”, es decir “si me la haces, me la pagas” y creo que muchas veces actuamos de esa manera y Jesús prosigue diciendo “si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ponle a la izquierda; si alguien te hace juicio por una túnica, también dale en la capa; si alguien te pide que camines mil pasos con esa persona, camina dos mil”, es decir no pagar con la misma moneda, porque es como actuamos ordinariamente, cuántas veces decimos “hoy por ti, mañana por mí”, ¿verdad?, “ayúdame y yo después te voy a ayudar”. El evangelio tiene otra lógica, nos invita a ser como el Padre Santo, a ser misericordiosos y compasivos como el Padre, pero si no tenemos la al Espíritu Santo es muy difícil que nosotros actuemos de una manera cristiana y muchas veces seguimos todavía como en el Antiguo Testamento, que decía “ama a todo el que te haga bien y odia a tu enemigo”.
Jesús viene, no a abolir la ley y los profetas sino a darle plenitud, a darle perfección y ciertamente nosotros tenemos testimonios de personas que también van actuando como seguidores de Jesús. Podemos pensar nosotros en tantos misioneros, misioneras que van a países extranjeros, países también difíciles, donde llevar la palabra de Dios es muy complicado y cuántas veces hay rechazo, cuántas veces hay oposición y sin embargo estas personas, guiadas por el Espíritu Santo, dan un testimonio de un Cristo muerto y resucitado.
Cuando analizamos la vida de los santos y de la santas vemos que ellos no pagaron con la misma moneda, sino que siempre amaron y perdonaron, es más, rezaron por el que les hacen el mal, esto es lo que nos está diciendo el Señor. ¿Cuánta gente nos ha hecho el bien?, ¡mucha gente!, pero también hay gente que nos ha hecho el mal y tenemos que preguntarnos ¿cuáles son nuestros sentimientos para con esas personas? de rencor, de odio, de querernos desquitar, pues hoy la palabra de Dios nos está diciendo otra cosa, no al estilo humano, sino desde los ojos de Dios.
He platicado algunas veces cómo me impactó mucho cuando en la plaza de San Pedro un 13 de mayo de 1981 balacearon al Papa Juan Pablo II, le causaron heridas muy fuertes y él dijo después que le tiraron a matar, sin embargo en el 13 de mayo es día de la Virgen de Fátima y el Papa dijo que la virgen desvió esos disparos, pero lo que yo quiero comentar es que después de estar convaleciente, Juan Pablo II, saliendo del hospital Gemelli, de Roma, pidió ir a la cárcel para saludar al que le había disparado y, no solamente saludarlo, sino perdonarlo; esta no fue un acto de publicidad, sino que fue algo que salió del corazón de él. Perdona a los que te ofenden, a los que te hacen el mal.
Pero queridos hermanos y hermanas, siempre el testimonio y el ejemplo más grande es Jesucristo Nuestro Señor, cuando Él está en la cruz, después de haber sido humillado, ultrajado, coronado de espinas, todavía cuando pide agua y le dan hiel, traspasan su costado, Él voltea al cielo y dice unas palabras “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, Jesús perdonó a quien lo había ultrajado, a aquellos que lo llevaron a la cruz, por eso en el salmo responsorial decíamos “El señor es compasivo y misericordioso”.
Así es, aunque nosotros fallemos, aunque nosotros hagamos el mal, muchas veces cuando nuestras actitudes no son adecuadas con nuestros hermanos, Dios es compasivo y misericordioso con nosotros. “Sean santos como yo soy Santo”, nos dice Dios y por eso, cuando cantamos “Santo” decimos tres veces ‘¡Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo!” pues Él quiere que nos parezcamos a Él, que seamos santos y por eso nos regala al Espíritu Santo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla