«Hoy que celebramos el I Domingo de Cuaresma se nos invita a hacer este camino: Morir al pecado para vivir como hijo de Dios»
Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Iniciamos el camino de la Cuaresma el pasado miércoles con la celebración de la imposición de la ceniza. A todos quiero saludarlos, a ustedes que están aquí en nuestra Catedral y también a todas las personas que nos siguen a través de estos medios digitales en el ámbito de nuestra Arquidiócesis y de otros lugares de México y del extranjero; a todos les deseo, y también a un servidor, que tengamos una Cuaresma muy provechosa.
No olvidemos que la Cuaresma es un camino donde la Iglesia nos invita durante cinco semanas a prepararnos, a caminar, pero que la meta es llegar a acompañar a Jesús en su pasión, muerte y Resurrección. Por eso la Iglesia nos invita, desde el miércoles de ceniza, a intensificar el ayuno, la oración y las obras de caridad.
Después de que Jesús fue bautizado en el río Jordán, el Espíritu lo llevó al desierto, donde tuvo una fuerte experiencia. No olvidemos que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Y ahí en el desierto el demonio le pone algunas tentaciones.
Hoy en la primera lectura, del libro del Génesis, encontramos cómo Dios crea el Universo y pone en el centro al hombre y a la mujer, a Adán y Eva, y cómo ellos están en el paraíso, donde todo es armonía, donde todo es felicidad. Dios les concede comer de todos los árboles excepto uno, y ahí es donde aparece el demonio, la serpiente, y le dice a Eva, y después Eva a Adán, que si prueban del fruto de ese árbol que no estaba permitido serían como dioses. Ahí está la tentación, el querer ser como Dios. Entonces ellos desobedecen y vienen las consecuencias. Desde el principio nosotros vemos cómo Dios nos crea con voluntad, con libertad, lo que se llama “libre albedrío”, y nosotros podemos hacer nuestras opciones.
Vemos nosotros que hay dos modelos para enfrentar las tentaciones:
Un modelo es el pueblo de Israel. ¿Cuánto tiempo duró el pueblo de Israel caminando por el diserto? Cuarenta años. Entonces el pueblo tuvo muchas tentaciones, de tal manera que sucumbieron a la tentación. Seguramente fueron varias las faltas, pero una de ellas fue cuando hicieron el becerro de oro y se alejaron de Dios, abandonaron a Dios. «Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios», sin embargo, ellos se apartaron de Dios. Ese es un modelo para enfrentar las tentaciones.
El otro modelo es Jesucristo. ¿Qué pasó con Jesucristo cuando fue llevado al desierto? Tuvo tres tentaciones que escuchamos en el Evangelio de este domingo. Jesús pasó muchos días sin probar alimento, 40 días, había ayunado de día y de noche, muchos días, y es precisamente cuando Satanás se le aparece y le pone la primera tentación.
¿Cuál fue la primera tentación? Satanás, el diablo, sabía muy bien la sagrada escritura, conocía el antiguo testamento, y le dice: «Si tú eres el Hijo de Dios, convierte estas piedras en pan». Era una tentación muy fuerte, porque Jesús tenía hambre. Sin embargo, Jesús le responde de una manera muy contundente: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Podemos preguntarnos nosotros: ¿Jesús pudo hacer ese milagro de convertir las piedras en pan? Claro que pudo convertirlas, pero los milagros que Jesús después realiza siempre son para el bien de todos, para bien de las personas, no para el provecho propio.
Recordemos que todavía cuando estaba camino a la cruz, Satanás le pone la tentación de que deje la cruz, que se baje de la cruz si es Dios, y Él lo puede hacer, sin embargo, Jesús había estado todos esos días haciendo oración y estaba fuerte, con mucha fortaleza para no caer en la tentación, que tuvo hasta los últimos momentos.
Viene la segunda tentación y el diablo lo lleva a lo alto del templo y le pone una tentación un poquito rara, le dice: «Si tú te lanzas, Dios va a mandar a los ángeles para que no tropieces, para que no caigas», y también Jesús rechaza la tentación. Él no quiere un show, un espectáculo, y por eso Él dice: «No», no acepta la propuesta de Satanás.
Y viene la tercera tentación, que es una tentación todavía más atrevida, porque lo lleva a lo alto, donde se ven los reinos, y le dice que si se hinca y lo adora le va a dar todos los reinos. Jesús de plano le dice: «Apártate de mí, Satanás», lo despide.
Este es otro modelo. Al modelo para enfrentar la tentación del pueblo de Israel le faltó la oración, la fortaleza, en cambio, Jesús vence las tentaciones porque tiene esa intimidad con el Padre y tiene esa fortaleza. También nosotros como seres humanos tenemos esas tentaciones y muchas veces sucumbimos, muchas veces el demonio nos pone la tentación de una manera muy atractiva y nosotros sedemos a las tentaciones.
Las tentaciones son prácticamente los hilos que mueven el mundo: la primera tentación es el placer, “la tentación del pan”; la segunda tentación es el poder, “tú puedes tener poder”; y la tercera tentación es el tener, “si tú te hincas, te doy todo esto, para que tengas”. Placer, poder y tener, son tres tentaciones que mueven al mundo.
Por eso, hermanos, hoy que celebramos el primer domingo de Cuaresma se nos invita a hacer este camino, que no es fácil, pero que vale la pena: Morir al pecado para vivir como hijo de Dios.
Que hoy nosotros no echemos en saco roto este tiempo de gracia, este tiempo de bendición, de Cuaresma, porque realmente es un tiempo de bendición. Veamos la segunda lectura, Pablo habla de la tentación, del pecado, pero también habla sobre la gracia, cómo Dios también da la gracia. Solitos no podemos, nos cansamos, nos agotamos, pero cuando se tiene la gracia de Dios se puede salir adelante como hijos e hijas de Dios.
Que el Señor bendiga este camino de Cuaresma y lo hagamos en serio para crecer como personas, como discípulos misioneros de Jesucristo, y lo acompañemos hasta la Semana Mayor, hasta su pasión, muerte y Resurrección. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla