«Estamos llamados a avivar nuestro Bautismo»
Queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:
Los saludo a todos ustedes que están en nuestra Catedral y también a las personas que nos siguen a través de estos medios digitales y por los cuales llega esta Eucaristía hasta sus casas.
La primera lectura que escuchamos el día de hoy, del libro del Génesis, encontramos que el pueblo que había salido de Egipto empieza a rebelarse y a reclamarle a Moisés, de tal manera que cuestionan: «¿Está con nosotros Dios o no está?» El pueblo tenía sed, y vemos cómo Moisés tiene el diálogo con Dios y luego toca la roca con el cayado y sale el agua, que bebe el pueblo rebelde. Vemos que Dios nunca nos deja desamparados, Él siempre tiene una respuesta; pero también el pueblo es probado. La situación seguramente era complicada, porque incluso Moisés decía: «Falta que me apedreen».
El agua es un elemento muy importante en la vida, sin agua no podemos vivir. Y esta primera lectura nos prepara para la lectura del Evangelio de San Juan, donde también el tema es el agua. Por eso al inicio yo les decía que hoy estamos llamados a reavivar nuestro Bautismo, porque el agua es el elemento principal en el Bautismo, el agua que nos dio la vida de Dios, por la cual entramos a formar parte de su familia.
Hoy en el Evangelio vemos cómo hay un diálogo entre Jesús y la samaritana. El pasaje es largo, pero está lleno de detalles, y Jesús va ayudando para que haya un cambio en la mente y en el corazón de la samaritana y también de aquellos que vivían en esa región. Pasó de ser un Judío a ser un profeta; después la mujer dijo: «Quizás es el Mesías»; y al final, cuando lo escucharon, dijeron: «Él es el Mesías, el Hijo de Dios».
Jesús utiliza esta pedagogía muy interesante, porque Él viene cansado y llega a esa parte de Samaria, precisamente al pozo de Jacob, donde se sienta y llega una mujer samaritana. Jesús le pide agua y ella primeramente se extraña, porque los judíos no tenían relación con los samaritanos y porque era mujer. Ella se extrañó de que le pidiera gua, estaba sola con Jesús, nos platica el Evangelio que los discípulos habían ido a buscar comida al centro de compras. Entonces empieza ese diálogo donde le dice Jesús: «Si tú supieras quién te está hablando, tú me pedirías agua a mí». Entonces ella dice: «¿Cómo es posible, si ni siquiera traes para sacar el agua?» Vemos que están hablando de distinta agua, de agua material y de agua existencial. Y sigue ese diálogo, hasta que ella le dice: «Dame de esa agua, para que ya no tenga que venir hasta este pozo». Y le dice Jesús: «Ve por tu esposo». Ella le dice: «No tengo esposo». Y Jesús le responde: «Has dicho la verdad, porque has tenido 5». Ahí es cuando dice la samaritana: «Es un profeta». Ella va con las personas de su pueblo y les dice: «He encontrado a alguien que me ha dicho la verdad, quizás sea el Mesías». La gente se alborotó y fue con Jesús, de tal manera que duró dos días ahí evangelizando, hablando de los secretos del Reino, hasta el punto que dijeron: «Ya no creemos porque nos dijo la samaritana, sino porque nosotros lo hemos escuchado, y Él es el Hijo de Dios». Qué interesante, a partir del agua que Jesús pidió porque tenía sed, les dio toda una catequesis y mucha gente creyó en Jesús.
También Jesús, cuando estaba en la cruz, dijo: «Tengo sed». Vemos ahí su naturaleza humana, estaba cansado, tenía sed; estaba agobiado en la cruz, tenía sed. Sin embargo, Él es el Mesías, el Hijo de Dios.
En este III Domingo de Cuaresma estamos llamados nosotros a pensar en nuestro Bautismo, en esa agua que recibimos el día que nuestros papás y padrinos nos llevaron a bautizar y recibimos la vida de Dios. Que también nosotros tengamos un encuentro, un encuentro como el que tuvo la samaritana y que al final podamos afirmar: «Tú eres el Hijo de Dios». Es importante que cada cristiano, cada discípulo de Jesús, tenga un encuentro con Él, porque ese encuentro nos va a dar vida, y vida en abundancia.
Este camino de Cuaresma nos va llevando hasta la semana mayor, que culmina con el Triduo Pascual, la pasión, muerte y Resurrección del Señor, y en la Vigilia Pascual también se tiene la Liturgia bautismal, incluso en algunas parroquias hay bautismos, para ayudarnos a entender cómo el bautizado es hijo de Dios y hoy estamos llamados a tener ese encuentro para conocerlo, para seguirlo y para anunciarlo.
Tal vez muchos de estos que vivieron este pasaje del Evangelio tuvieron ese encuentro con Jesús y algunos lo siguieron y lo anunciaron a los demás: «Hemos encontrado al Hijo de Dios». Que también nosotros podamos hacer eso: Ir a anunciar que encontramos al que nos da esa agua que nos quita la sed, esa agua espiritual, esa agua existencial.
Que sigamos caminando en esta Cuaresma para acompañar a Jesucristo nuestro Señor. Así sea.