HOMILÍA DE LA MISA DE CLAUSURA DEL 50 ANIVERSARIO DE LA UNIVERSIDAD ANÁHUAC

December 31, 1969


HOMILÍA DE LA MISA DE CLAUSURA DEL 50 ANIVERSARIO DE LA  UNIVERSIDAD ANÁHUAC

 

“El que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá”

Con estas palabras, nos da un criterio fundamental, Jesús en, este Evangelio que acabamos de escuchar, para nosotros. ¿A quiénes va dirigido, a quiénes habla Jesucristo en este Evangelio? Nos dice el texto: a todos los que quieran seguir a Jesús. Aquí estamos todos queriendo seguir a Jesús. Los discípulos de Jesucristo. 

Por eso, lo primero que les propongo al ir haciendo esta reflexión, un primer paso es: ¿Tengo plena conciencia de ser discípulo de Jesucristo? ¿Tengo plena conciencia y libertad de seguir a Jesucristo? En el segundo momento vamos a adentrarnos, no solamente a este texto del Evangelio, sino también a la primera lectura del libro del Deuteronomio en el cual con una gran claridad, Dios le plantea a su pueblo, el bien o el mal. Caminar hacia la vida, o caminar a la muerte, haciéndonos ver que está en nuestras manos. No son los condicionamientos externos los que determinan que nosotros vayamos camino de vida o camino de muerte, somos nosotros, cada uno de nosotros, los que tenemos la libertad para elegir el bien o el mal. Así nos lo ha proclamado esta primera lectura del libro del Deuteronomio. 

En relación a lo que dice Jesús en esta misma línea, entonces si entendemos esta frase: “El que quiera servirse la vida, para sí mismo, aunque pretenda vida, encontrará muerte”. Es decir, yo puedo con toda claridad decir: claro que lo que quiero es la vida, no quiero la muerte, quiero la vida. Pero si lo que estas buscando con la vida que pretendes es servirte a ti mismo, dice Jesús, estás en realidad eligiendo la muerte. ¿Cómo entonces elegir la vida y efectivamente hacer camino de vida y no hacer camino de muerte? Nos dice Jesús: “El que pierda su vida por mí y por mi causa, ese la encontrará”. Aquí está la clave, muy sencilla. Nuestra vida si no está en relación y en servicio a los demás, no tiene sentido, es camino de muerte. Si la ponemos en relación a los demás y en servicio a los demás, encontramos la vida. Y claro ustedes pueden –ahora sean profesores, sean alumnos– con facilidad descubrir ¿Por qué están aquí en una institución educativa? ¿Qué es lo que pretenden? ¿Ganarse todo el mundo? ¿Ser ricos y tener todo lo que necesiten para satisfacer sus necesidades? Camino de muerte. Pero si ustedes están aquí, precisamente, para capacitarse en servicios que nuestra sociedad necesita, que nuestra comunidad humana necesita, de tener quien le ayude para satisfacer esas necesidades, entonces están camino de vida. 

Hacemos esta primera aplicación, este primer ejercicio, para tomar conciencia de que nuestra opción por la vida está en nuestras manos. Todos igualmente están aquí en esta universidad haciendo un estudio, un posgrado o un servicio ya a los estudiantes; está en nuestras manos que sea camino de vida.

Vamos a adentrarnos un poco más. Por su propia naturaleza, una universidad es el lugar idóneo para esta capacitación en el servicio profesional. De donde se diga que tal o cual, que ha terminado su carrera, la universidad le da el título para que en la sociedad, él pueda moverse y dar su servicio. Esta es la razón de una universidad. 

¿Qué ofrece la universidad? ¿Qué les da a ustedes? Hay tres elementos fundamentales que debemos de tener siempre claramente descubiertos en el ejercicio de mi formación, en el ejercicio de todo servicio. La conciencia, la propia conciencia. Nosotros si queremos camino de vida, lo primero que teneos que estar alerta es que sepamos lo que estamos buscando, de lo que nos estamos sirviendo, y tener conciencia de ello. La conciencia es fundamental para elegir, para estar constantemente haciendo las decisiones oportunas y convenientes para elegir el camino de la vida. Es el principal eje para poder ser discípulo de Jesucristo, tener conciencia. 

El segundo elemento es, como nos lo dice el mismo texto de la primera lectura: escuchar la voz de Dios, la palabra de Dios, esto que estamos haciendo en este momento, es escuchar lo que Dios nos dice, tener este faro de luz que ilumine nuestra conciencia y la realidad nuestra y en la que nos movemos. Escuchando su voz, tendremos vida, dice el libro del Deuteronomio en la primera lectura. 

Y el tercer elemento, es específicamente lo típico, lo característico de una institución educativa: la razón, la mente, la clarificación de las cosas a partir de la racionalidad. Este tercer elemento, tiene que estar en coordinación con los otros dos. Conciencia personal, conciencia comunitaria; segundo elemento, escuchar la voz de Dios; y tercer elemento, la razón. Porque la razón me va a ayudar a asumir la realidad que vivimos, la razón me va a ayudar a encontrar causas efectos, a encontrar dónde está la raíz de los problemas y dónde están las cusas de lo que hoy genera un bien o un mal. 

Hoy vivimos en nuestro país un momento sumamente complejo, muy complejo, en el cual nos toca servir a nuestra comunidad humana. Y quienes estamos mejor capacitados para hacerlo, es nuestra misión fundamental, como nos dice Jesús de no buscarnos a nosotros mismos, sino buscar a los demás. Decíamos al inicio, que es necesario tener la conciencia de que está en mis manos escoger el camino de vida o el camino de muerte; pero en nuestra sociedad, tenemos integrados, lamentablemente de forma muy arraigada, caminos de muerte. No hablemos solamente de la droga, de estas adicciones, sino también de todos estos otros elementos que se están presentando en nuestra sociedad como dinamismos internos de la sociedad que son camino de muerte. Juan Pablo II, San Juan Pablo II, les llamaba cultura de la muerte. ¿Hoy está o no en nuestras manos transformar nuestra sociedad? ¿Ustedes qué piensan? Está en nuestras manos, evidentemente. Y lo que tenemos que cobrar conciencia es que nosotros podemos transformar estas realidades, es más, para eso hemos sido creados. Y si nosotros nos ponemos del lado del fuerte, del lado del que todo lo puede, del lado de Dios, conforme al proyecto que él ha diseñado para nuestra sociedad, piensen, venceremos. Jesús lo dice en una ocasión claramente a sus discípulos ya en los momentos finales que se acerca la Pasión, para que no se nos olive a nosotros los discípulos de todos los tiempos: “Yo he vencida al mundo”. Aunque estos dinamismos parezcan descomponer y destruir la familia, destruir la sociedad, la convivencia; en justicia y en paz, construir una sociedad fraterna, nos parece algo que nos queda muy lejos de constatar en la vida de todos los días, sin embargo, es ese el proyecto de vida que Dios ha pensado para la humanidad. Si nosotros asumimos con esa pasión propia de quien cree que es posible hacer los sueños realidad, entonces transformaremos nuestro mundo de hoy, no tengan miedo, lo lograremos. Cómo, cuándo, de qué manera, se sabrá en el mismo camino que hagamos como discípulos de Jesucristo. Ésta es la convicción que debemos de tener para seguir a Jesús. Ésta es la convicción que los debe de mover a todos y cada uno para sumarlos al proyecto creador, al proyecto de redención que tiene Jesús para el hombre de hoy. ¿Qué dicen? ¿Están dispuestos? Y porque están dispuestos están aquí, porque sabemos que aquí está Jesús, porque aquí se hace presente, no sólo a través de su palabra, sino también a través de la Eucaristía. Con toda confianza entonces vamos a continuar nuestra celebración con un corazón agradecido de ser discípulos de Cristo, para poder ser sus, misioneros, para poder anunciarle al mundo de palabra y de obra que el proyecto de Dios es el que va a vencer en esta humanidad del siglo XXI. Pidámoselo así con mucho fervor, y agradecidos por tener una institución que nos ayude a descubrir nuestra conciencia, nuestra voz de Dios en nosotros y nuestra capacidad racional de descubrir los caminos de servicio en este mundo de hoy. Que así sea.  

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla