“La niña no está muerta, está dormida”
Quienes estaban alrededor, habían visto a la niña muerta, por eso dice el texto del Evangelio que se reían de Jesús cuando dijo que la niña no estaba muerta, sino dormida.
De esta pequeña página del Evangelio de San Marcos, que nos toca hoy meditar, quiero compartir y hacer una reflexión de lo que está sucediendo en nuestro país y en el mundo entero; para decir como Jesús: “esta sociedad no está muerta, está dormida”.
Nuestro modo de vida, va camino de muerte. El Papa Juan Pablo II, hoy santo, nos lo había advertido: “se están generando dinamismos de la cultura de la muerte”. Hoy los vemos por todas partes, en todos los rincones del mundo; la sociedad, nuestra humanidad, no está muerta, está dormida. Es cierto que ha ido caminando por esa cultura de la muerte, pero sólo está dormida.
Si nos acercamos a Jesús, y si le ofrecemos a Jesús nuestra sociedad, como lo hizo con esta niña: “¡Talitá, Kum!... Levántate y la niña se levantó”. –Así es la fuerza del Evangelio, esa es la fuerza de Dios–; pero como le dijo Jesús al jefe de la sinagoga –al papá de esta niña cuando le avisaron que ya había muerto, que ya no lo molestaran, que ya no tenía razón su súplica a Jesús de que fuera a su casa–, le dijo: “no temas, basta con que tengas fe”. Es lo mismo que nos dice Jesús hoy: “¡No tengamos miedo, basta con que tengamos fe!”
Dios no ha abandonado a la humanidad, Dios no ha abandonado a México, Dios no ha abandonado a Huixquilucan, Dios camina en medio de nosotros, en medio de esta multitud como caminaba Jesús; y por ello, podemos descubrir este hermoso gesto por el cual Jesús le pide a la mujer que, tenía hemorragias de sangre desde hacía doce años y, no la habían podido curar y, había gastado su fortuna en médicos, se acerca a Jesús: “con sólo tocarle el manto quedaré curada, –tocó el manto de Jesús y– …sintió que estaba curada”. Podemos pensar que bastaba con eso, que se llevara su alegría esta mujer, que se fuera a su casa y que le diera gracias a Dios en su corazón. ¡No! Jesús nos enseña un camino muy importante: “¿Quién me ha tocado?” Y miraba alrededor, –ha salido una fuerza de mí, “¿Quién me ha tocado?” La mujer sorprendida, dice el texto del Evangelio, se confiesa y dice: –yo fui. Jesús le dijo: “Tu fe te ha curado, vete en paz...”
¿Qué quería Jesús? ¿Su protagonismo? Si ya lo seguía la multitud, ¿qué quería Jesús? Enseñarnos a testimoniar la fe, abrirla a los demás, a comunicar lo que Dios hace en nosotros. Por eso nuestra sociedad está dormida, porque hemos dejado en el interior de nuestra persona la obra que va haciendo Dios en nosotros, en nuestros familiares, en nuestros amigos, en todos aquellos que confiamos en él, que tenemos fe en él. Dios ha hecho maravillas; pero esas maravillas han quedado ocultas, se han quedado en la privacidad de nuestra conciencia.
Hoy, también, nos dice Jesús “¿Quién me ha tocado?” Hoy, también, nos pide a nosotros que compartamos la fe; ¡es una joya nuestra relación con Dios, es un tesoro que no podemos dejar escondido en nuestra conciencia! ¿Cuántos padres de familia le hablan a sus hijos de lo que Dios ha hecho en ellos? ¿Qué esposo le dice a su esposa su vida interior? ¿Quiénes se comunican lo que perciben que Dios va actuando en ellos? Nos falta, nos falta como a esta mujer decir: ¡yo soy, yo soy quien ha sido tocado por Cristo, yo creo en él!
Ese es el testimonio que necesitamos compartir, por eso la Misión, por eso el Papa nos pide una y otra vez: “No quiero una Iglesia encerrada en sí misma, quiero una Iglesia que comparta la fe a este mundo de hoy tan necesitado de descubrir la presencia de Dios, el Dios que camina con su pueblo”. La Encarnación nos ha mostrado, –que es la pedagogía de Dios– que seamos nosotros mismos los portadores de la Buena Nueva. ¡No va a venir un ángel, no va a venir un ser extraño, un ser espiritual de otra galaxia, no! ¡Dios ya está en medio de nosotros, ha tocado nuestros corazones! Por eso estamos aquí. Si ustedes no tuvieran fe no estarían aquí, porque creen en él.
Revisemos nuestra historia. Por eso revisamos la historia de nuestras parroquias y de nuestra Diócesis en este plan que nos propone la metodología recordar. Como nos dice hoy la carta a los Hebreos: “Hermanos: Rodeados como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe”. Dieron prueba de su fe, por eso veintiún siglos después de este hombre, Jesús de Nazaret, sigue la fe en nuestra tierra, despertémosla: “La niña no está muerta, está simplemente dormida”. Creamos en este Dios de amor que nos ha creado, que nos regaló la vida. Tengámosle la confianza suficiente para decir: no me puedo quedar encerrando el tesoro de mi relación con Dios como algo íntimo e individual. Compartámoslo en familia, compartámoslo en la parroquia, compartámoslo con nuestros católicos distantes y alejados; y entonces como nos dice el texto de la carta a los Hebreos: “También nosotros, meditemos en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, no se cansen ni pierdan el ánimo. Porque todavía no ha llegado a ustedes a derramar su sangre en la lucha contra el pecado”. Por eso en el salmo decíamos: “Alaben al Señor los que lo buscan”. Entonces si podremos transmitir la fe a las nuevas generaciones, como dice el salmo: “Mi descendencia los servirá y le contará a la siguiente generación, al pueblo que ha de nacer, la justicia del Señor y todo lo que él ha hecho”.
Me alegra que estén aquí los sacerdotes de nuestra zona pastoral de San Antonio, que juntos le digamos a ustedes que queremos ser Iglesia misionera, porque el mundo lo necesita, porque nuestra sociedad tiene que despertar de ese sueño de terror, de esa pesadilla de vernos agredidos unos contra los otros, cuando estamos creados para ser hermanos; una sola familia y fraternalmente vivir en armonía y en la paz. Tengamos fe como nos dijo Jesús, no tengamos miedo, demos a conocer que Dios no nos ha abandonado, que camina con nosotros.
Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla