Homilía del 09 de marzo de 2025

March 09, 2025


Homilía del 09 de marzo de 2025

 

I DOMINGO DE CUARESMA

Queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús. 

Estamos hoy en el primer domingo de Cuaresma y apenas el miércoles pasado la Iglesia nos invitó a hacer un camino y tuvimos el signo de la ceniza, que no es un signo mágico, sino es recordarnos de que somos polvo y en polvo nos convertiremos, que somos finitos, que nuestro paso en la tierra dura un tiempo, que nuestro destino es la casa del Padre. 

Y con ese signo empezamos un camino de cuarenta días, cuarenta días que cada uno de nosotros estamos invitados a un cambio. El tiempo de Cuaresma es tiempo de conversión, conversión es cambiar, cambiar para ser mejores personas, para ser mejores cristianos. Y el camino nos lo va dando el Señor a través de su Palabra. Es un camino que dura cuarenta días, como duró cuarenta años el caminar del pueblo de Israel por el desierto para llegar a la tierra prometida. Y para este camino hay una meta, no es caminar por caminar, sino que hay una meta, y la meta la tenemos litúrgicamente en la Semana Santa, donde nosotros acompañamos a Jesús en su pasión, en su muerte y en su resurrección, por lo cual se necesita un esfuerzo. La conversión requiere decisión, esfuerzo para lograr un objetivo, como les decía, configurarnos más a Jesucristo nuestro Señor. 

Y por eso, desde el Miércoles de Ceniza, se nos invitó a poner en práctica tres valores: el valor de la oración, de dedicar momentos de escucha de la Palabra de Dios. Claro que todo el año estamos invitados a hacer oración, pero en la Cuaresma dedicarle tiempo especial para escuchar, sobre todo a Dios, para ver qué quiere de nosotros, porque si buscamos un cambio, pues Él tiene que decirnos en qué tenemos que cambiar. Pero también otro de los valores es el ayuno, que es también el abstenernos de comer algunas cosas que nos gustan, pero también para compartirlas con otros. Ser dueños de nuestro cuerpo. Y el otro valor, pues es la limosna. A veces podemos confundir la limosna con dar una limosnita a alguien, no, es compartir lo que somos y lo que tenemos con los demás, sobre todo pensando en los más necesitados, como pedíamos en las intenciones por los enfermos, los migrantes, los presos, los que no tienen trabajo, los que sufren, los que están en los hospitales, que nosotros también apoyemos a esas personas más necesitadas. Oración, ayuno, limosna. 

Y por eso nosotros vemos que Jesús puso en práctica esos tres valores, y vemos cómo en el Evangelio de hoy, en este primer domingo de Cuaresma, el Evangelio habla de las tentaciones. Jesús ya cuando salió a su vida pública, primeramente fue al río Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista. No necesitaba Él ese bautismo, pero Él quería ser solidario con el género humano. Y después del bautismo, antes de ya empezar a salir a su apostolado, a su ministerio, se fue cuarenta días al desierto. Estar en el desierto es una experiencia también muy fuerte de soledad, de sentirse uno impotente. Y el diablo, después de cuarenta días, el demonio se le aparece a Jesús. Se le aparece porque Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, humano, y también sentía hambre, sentía sueño, tenía sueño. Y entonces le pone estas tres tentaciones a Jesús, que ya conocemos y siempre yo lo comento, porque son las tres tentaciones que manejan el mundo: primeramente es el placer, que es el comer, representado en el comer; el tener, cuando le presenta todos los reinos y les dice que se los regala si lo adora; y la tercer tentación es el poder, 'tú puedes, lánzate y te van a recoger los ángeles'. Placer, Tener y Poder. Y nosotros vemos que el diablo conocía muy bien la Sagrada Escritura y quiere hacer tentar a Jesús. De hecho, siempre lo estuvo tentando, incluso recuerden ustedes cuando estaba en la cruz, todavía el diablo le puso una trampa, 'tú puedes bajarte, si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz'. Pero Jesús estaba fuerte, es decir, había estado cuarenta días en oración y ayuno. Y entonces, cuando le dice que convierta esta piedra en pan, claro que lo podría convertir, cuántos milagros no hizo, la multiplicación de los panes y de los peces, pero Jesús nunca hacía los milagros para apantallar, para demostrar su poder. Y cuando le dijo —convierte esta piedra en pan —, le dice —no solo de pan vive el hombre —. El hombre vive también de otras cosas, vive de fraternidad, para ser fraterno, para ser justo, para crear la paz. Y después que lo lleva a la montaña para enseñarle todo ese territorio, por cierto, ni era el dueño el diablo, ¿verdad?, pero le pone esa tentación, —si te hincas y me adoras —, le dice el diablo, —te regalo todo esto —. Y Jesús le dijo —solo adorarás a Dios sobre todas las cosas —. Y finalmente, que lo sube a lo alto del templo y entonces le dice que puede él lanzarse del templo, de lo alto, que al cabo algunos ángeles o algunos lo iban a detener. Y entonces, definitivamente ya, Jesús, le dice que solamente tiene que adorar al Señor.

Vemos nosotros aquí, como Jesús vence las tentaciones. Nosotros como seres humanos vamos teniendo tentaciones que nos la pone satanás, nos las pone el diablo; pero saber que podemos vencerlo a Satanás con la gracia de Dios. 

Yo quiero invitarlos a todos ustedes, invitarnos mutuamente, para que este tiempo de Cuaresma sea un tiempo de gracia y de bendición. Estamos en un año también muy especial porque es un año santo jubilar, donde nosotros estamos llamados a ser testigos de la esperanza. Así sea.

+Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla